Adela domínguez paradela

n n nHace apenas un año, nos despedíamos de nuestro amigo Gumersindo y hoy lo hacemos de su querida esposa, Adela.
Cuando Maricel me comunicó la inesperada noticia de tu muerte, sentí que algo muy importante para mí se había ido, ido físicamente, pero no en el alma.

Desde que compartimos pupitre en el colegio de las Franciscanas hasta hoy, nuestra amistad no se rompió nunca.

En persona, por carta o por teléfono, siempre estuvimos en contacto, intercambiando nuestras cosas, buenas o no tan buenas que de todo hubo.

Fui cómplice de algunas de las obras buenas que hiciste, siempre sin enterarse tu mano izquierda de lo que hacía la derecha -tú que podías presumir y mucho- no lo hacías pues eras la sencillez en persona. Soy testigo.

Ahora que ya estás con Dios y con tu esposo, cuya muerte no fuiste capaz de superar, te pido que sigas intercediendo para que la gran familia que creaste con tu ejemplo de esposa, madre y abuela siga siendo una piña de la que no se separe ningún piñón.

También te pido, no te olvides de mí que te quiero muchísimo y espero abrazarte de nuevo algún día.

UN ABRAZO FUERTE DE TU AMIGA.

Te puede interesar
Más en Cartas al director