CAMBIOS HORARIOS

Traspasada ya, con creces, la barrera de los cincuenta años, la vida galopa a un ritmo vertiginoso.
Aunque las ganas de vivir y luchar continúan, su intensidad parece navegar por aguas más densas y calmas. No hace tanto tiempo estábamos enganchados al ritmo frenético del trabajo, de la crianza y la educación de nuestros hijos. Ahora, toda esa energía cambia y se condensa, permitiéndonos de manera paulatina acercarnos a la biblioteca de nuestra memoria , para entender que el sentido de la vida no es el tiempo, sino la capacidad con que trasformamos nuestra energía vital. Ya podríamos (al igual que lo hacemos con los cambios horarios, para aprovechar la luz del día) entendernos con nuestro reloj biológico, y así poder canalizar ordenadamente nuestra fuerza cósmica, con un simple giro en las manecillas de nuestra actitud.

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