Don Andrés García Buela

n n nDon Andrés García Buela, médico de familia y forense, llegó a O Barco en la década de los cincuenta, cuando nuestra villa era 'un pueblo tranquilo, hermoso, muy humano'.
Aquí encontró la paz, el amor, el prestigio profesional y un gran número de amigos con los que podía desarrollar su capacidad de tertuliano. Ejerció muchos años como médico, mostrando unos conocimientos y 'ojo clínico' que lo hicieron muy conocido en toda la comarca. Su tesis sobre el origen del síndrome del aceite de colza resultó muy llamativa entre la clase científica, porque sus asertos sobre esta enfermedad fueron la clave para dar con el mal y combatirlo. Creo que también fue don Andrés el descubridor del coloquialmente denominado 'síndrome del obispo', que padecieron algunas personas que bebieron agua de una fuente de Viladequinta.

Sus conocimientos científicos iban parejos con la búsqueda de la verdad a través de la filosofía, la sociología, incluso adentrándose en la teología. Y todo ello lo plasmaba en sabios artículos que publicaba en un periódico local. Aún en las etapas de grave enfermedad que padecía, no faltaron sus análisis de la sociedad en la que vivimos y él tan bien conocía, en la página dos de esta publicación. Los lectores asiduos decíamos que algo importante nos iba a faltar cuando nos faltase don Andrés. Ya no es posible seguir leyendo sus crónicas, pero la impronta que dejaron en sus lectores no la olvidarán jamás. Como tampoco olvidaremos, sus amigos y pacientes, esa sonrisa contagiosa, sus sabios consejos o el haber compartido con él unas tertulias que sabían a poco.

Don Andrés procedía de tierras padronesas, muy cerca de la primitiva catedral, justito en los aledaños de las fértiles huertas en donde se cultiva el pimiento de Herbón. Paisano de Camilo José Cela, heredó la simpática retranca, sin emplear jamás palabras soeces o malsonantes. Si bien no negó, ni mucho menos renegó de su tierra, amó a Valdeorras por encima de todo. Aquí se asentó y creó estirpe en unos hijos maravillosos que se sienten orgullosos de su padre y le agradecen el haber nacido en la 'Villa de la Cordialidad'.

A Maruchi, su esposa, a sus hijos, a sus nietos, a toda su familia de aquí y de allí, nuestra condolencia. Pero también la contrapartida de que sepan que O Barco ha tenido una gran pérdida y el recuerdo imperecedero de un buen médico, un buen amigo, una gran persona. De todo ello soy testigo y, como tal, debo manifestarlo de forma veraz y espontánea. Porque se lo merece. Hay cosas que no se olvidan: los que, cuando llegaste a O Barco, éramos niños o casi adolescentes, recordaremos con la mayor simpatía cuando nos visitabas como médico, con los bolsillos cargados de caramelos, con la misma sonrisa bonachona que acaba de apagarse en tu rostro carnal, pero que permanecerá mientras Dios nos conserve la memoria. Gracías, don Andrés, por todo.

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