La financiación autonómica

El pragmatismo es una de las virtudes que el político ha de cuidar con mimo. El reparto entre las diversas autonomías de las finanzas con principios de solidaridad, eficacia y cohesión social requiere toda la finura posible del político.

Se suelen barajar tres criterios: el de número de población y el de la dispersión de la población y su envejecimiento. Los tres criterios son insuficientes. Con sólo ellos se dificulta la solidaridad entre las diversas comunidades autónomas.

Una visión más realista y dinámica de la sociedad incorpora los criterios de ‘expectativas de desarrollo’ de una comunidad. En este marco hemos de observar la optimización de la cualificación del capital humano y su inserción en el sistema productivo.

El atraso económico de Galicia tiene un factor fundamental: mirar más al pasado que al futuro, al ‘tradicionalismo’ más que a la innovación, al cainismo más que a la cooperación, al tribalismo más que el pacto. Invertir en futuro requiere reorganizar el sistema productivo, los hábitos sociales de trabajo; el folklore ha de ser superado por la cultura. Son muchos los campos en los que Galicia ha mostrado su capacidad de liderazgo internacional, si se ha invertido mirando al futuro. Si pasamos revista a empresas internacionales, radicadas en España y en el mundo, encontramos a gallegos militantes, líderes mundiales del desarrollo. No pocos han tenido que buscar, forzados, el viento favorable de la sangría de la emigración.

Es el momento en el que el pragmatismo abierto, eficaz, reivindique la superación del tradicionalismo oscurantista para invertir en bienestar. Los conservadores harán que se pudra cualquier iniciativa. Sin innovación el futuro se marchita.


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