HERIDO AUNQUE NO MUERTO (CGPJ)

Mi punto de vista y el de muchos ciudadanos de este país es, posiblemente, que la politización y la corrupción judicial corren parejas afectando en estos momentos peligrosamente a toda la Justicia española.
Y esto quiere decir que lo sucedido con Dívar no es un caso aislado, con la prueba adicional de esa cerrazón inicial de quienes han venido apoyándole sin fisuras. Es la insoportable chulería de quienes se encuentran ante la encarnación de la independencia de un poder omnímodo, haciendo en este caso de su mandamás el 'intocable'. Esto es algo que sin duda se creen ellos como acólitos, condenando cualquier crítica incluso cuando éste había reconocido ya su pecado, afirmando que son sólo minucias ¿Va a devolver lo sisado? La vieja corrupción y el consiguiente daño a costa de la credibilidad de la institución que Dívar preside.

Afortunadamente la cordura ha prevalecido como suele suceder. Algunas asociaciones de jueces dieron la puntilla al caso. Y como marca el sentido común, Dívar se tiene que marchar. A pesar de ello, el caso no debería darse por cerrado con su salida como presidente del Supremo y del CGPJ. Todo lo contrario.

El poder judicial conforma una especie de triángulo invertido en cuyos vértices superiores se encuentran el Tribunal Supremo (hoy seriamente dañado) y el Tribunal Constitucional. En el vértice inferior la Justicia de Paz, una institución altamente politizada y por lo tanto corrupta, desde mi punto de vista. De modo que existe un círculo cerrado que se autoalimenta, siendo el curso de ciertos acontecimientos periódicos el que lo demuestra. En este sentido, no se olvide el caso de María Casas que en su día salpicó al Tribunal Constitucional.

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