Suele suceder que hacemos responsable a la educación de casi todo. Sin duda una de las deficiencias que notamos en la educación de hoy es el no haber explicado suficientemente el valor de las herencias de nuestros mayores. No heredaríamos el derecho al sufragio universal, los derechos de huelga, reunión y manifestación, los sistemas de protección y seguridad social, los sistemas públicos de salud, los sistemas de enseñanza universal, obligatoria y gratuita, el respeto al derecho al trabajo, si los que nos precedieron no hubieran luchado contra el poder del dinero.
Excesivamente enfatizamos en la educación los derechos. No trabajamos con ahínco el deber de todos los ciudadanos a ser considerados como ciudadanos. La durísima y eficaz ofensiva del neoliberalismo es muy agresiva con los derechos y deberes cívicos para con la marca de la ciudadanía. Ante esa situación, la izquierda entra en contradicción: sabe que sin el individuo no se puede gozar de un socialismo respetuoso con las personas y al mismo tiempo se ha de desarrollar el sentido de dependencia de la organización, de la solidaridad, de la camaradería, del compromiso social.
El neoliberalismo ha desarrollado una estrategia agresiva para condicionar y someter al ciudadano. La vivencia social está plagada de las prácticas del individualismo posesivo. El sistema educativo actual lo tiene como piedra fundamental: la competitividad frente a la emulación, a la cooperación y a la solidaridad. El sistema neotaylorista ha sido superado por las grandes organizaciones industriales, sin embargo permanece firme en el sistema educativo.
La educación democrática no puede confiar en la política de camarillas, precisamente porque la política está destinada a actuar como limitación de alternativas posibles, por tanto como condicionamiento de la Democracia. La Democracia ?pluralidad de opiniones- no es reducible a la burocracia política, porque ésta cierra lo que la Democracia abre, estabiliza y cercena lo que la Democracia innova. Cuanto más se impone la necesidad de la Democracia, la burocracia corre a expresar con mayor decisión la imposición de su poder reglamentista y esterilizante. Cuanto es más evidente la necesidad de decisión, tanto más falta el fundamento de la decisión: la Democracia participativa.
El neoliberalismo ha desarrollado una estrategia agresiva para condicionar y someter al ciudadano. La vivencia social está plagada de las prácticas del individualismo posesivo. El sistema educativo actual lo tiene como piedra fundamental: la competitividad frente a la emulación, a la cooperación y a la solidaridad. El sistema neotaylorista ha sido superado por las grandes organizaciones industriales, sin embargo permanece firme en el sistema educativo.
La educación democrática no puede confiar en la política de camarillas, precisamente porque la política está destinada a actuar como limitación de alternativas posibles, por tanto como condicionamiento de la Democracia. La Democracia ?pluralidad de opiniones- no es reducible a la burocracia política, porque ésta cierra lo que la Democracia abre, estabiliza y cercena lo que la Democracia innova. Cuanto más se impone la necesidad de la Democracia, la burocracia corre a expresar con mayor decisión la imposición de su poder reglamentista y esterilizante. Cuanto es más evidente la necesidad de decisión, tanto más falta el fundamento de la decisión: la Democracia participativa.
