un paraguas de colores para dar a luz

Un sol de justicia quiebra los terruños de África.
La planta de los pies de una felina se quiebran como las hojas mojadas de una rosa por el tiempo. Las horas se hacen eternas en un reloj de arena que no retorna, pero ella camina sobre las ascuas del mediodía, protegiendo su anidado vientre con un paraguas de colores que algún vagabundo de otra tierra olvidó al paso. Los dolores son pequeñas caricias, el retoño despierta para salir al mundo de las ánimas, está preparado. A pesar del suave schhhh de su madre no espera, apremiado por la curiosidad busca la puerta del otro mundo. Tanzania: una madre tuvo que andar 15 kilómetros para dar a luz, bajo un acuciante sol, llegó. Su único amigo, compañero de viaje, fue un viejo paraguas de colores. Sri Lanka: una persona enferma tarda de una a dos horas en llegar al hospital. Etiopía: los médicos tienen que asistir a sus pacientes, y tardan una media de una o dos para poder llegar, a veces es tarde. Los líderes mundiales prometieron que mandarían más trabajadores sanitarios, los dotaría de material e infraestructuras, ¿saben que les digo?, cada minuto un niño muere en África ¿cuántos más han de morir? La respuesta es obvia.

Ellos, nosotros, tardamos minutos para llegar al médico, a lo sumo media hora, no tenemos la culpa, nadie eligió dónde nacer, pero entre todos podemos hacer algo para paliar estas situaciones. Gracias a Save the Children, por poner en nuestros ojos estos datos, y en el corazón la semilla de la esperanza, aunque el mundo esté lleno de ciegos. África me duele. África somos todos, pues un pedazo de mi corazón lleva su nombre.

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