RETOQUES PRINCIPESCOS

En función de las noticias aparecidas, todo parece indicar que la princesa de Asturias de nuevo se ha sometido presuntamente a otra intervención quirúrgica, en esta ocasión para incrementar su contorno torácico, o bien ha acudido a los milagros de la lencería-corsetería para lograr su último cambio de imagen.
Ahora bien, el problema de Letizia no consiste ni se soluciona pasando por el quirófano cada vez que aparezca una nueva arruga, sino que obedece a su desafortunada actitud de distanciamiento, sonrisa forzada y total carencia de naturalidad en sus obligadas apariciones públicas. Ha vinculado el ejercer de princesa consorte con la presencia física, subida un unos tacones y plataformas ridículas y eso es un error mayúsculo. Es incierto que su plebeyez genere rechazo en la ciudadanía; si se apeara de ese ridículo encorsetamiento ganaría mucho adeptos. Son sus ademanes tan ficticios y estudiados los que recuerdan permanentemente que su cuna no es aristocrática.

Cuando sale su nombre a colación en cualquier tertulia, nadie comenta sus virtudes ni altos cometidos. Siempre se termina indefectiblemente criticando su desmedida obsesión por los retoques estéticos. Para otros, no les cae ni bien ni mal; simplemente no les cae.

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