Salvar la cohesión familiar

En su reciente alocución navidadeña nos decía el rey que la familia es el eje vertebrador del país, que el núcleo familiar debe responsabilizarse de todos y cada uno de sus miembros sobre todo cuando entran en crisis o atraviesan una situación de dificultad laboral. Si avanzamos un grado en este concepto nos encontramos que en cualquier crisis económica hay un marco de protección que es la cohesión familiar. Este factor procura ventajas de un modo claro y rotundo ya que para que el país prospere, la familia es una garantía. Primera deducción, no la ataquemos más.
Han sido unos años de una moral laxa en la que se han impuesto falsos valores, como el aborto libre, las uniones homosexuales (trivializando el matrimonio). Y a pesar de todo, la institución familiar sobrevive como expresión de ese capital que ha hecho de la familia un pilar básico ante las crisis económicas. Pero tampoco nos engañemos: estamos ante una crisis que está teniendo derivas muy peligrosas, y son precisamente las que han nacido de la especulación desaforada, de tal modo que buscando el máximo rendimiento económico se ha incidido en la primera necesidad familiar que es el hogar, el tener vivienda propia.

Segunda deducción, estamos ante una carga en profundidad contra la cohesión familiar. Efectivamente, la consecuencia más inmediata de esa ruptura del equilibrio está afectando a centenares y miles de familias que están siendo desahuciadas en ejecución de hipotecas (300.000 desde el 2008) y castigadas por un mal especulativo que no generaron ellos. Existe por lo tanto la necesidad de salvaguardar la cohesion familiar que es una responsabilidad política, pero también una exigencia de todos.

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