LA USURA Y LA JUSTICIA

La clase política debería ser defensora a ultranza de los problemas cotidianos de los ciudadanos.
Aquellos que, bien conocidos por ellos cuando no formaban legión de partido político, solucionaban sin necesidad de grandes masas encefálicas. Existe una realidad distinta cuando los problemas se ven desde la óptica del triunfalismo. La ventaja que el pueblo concede a las personas que alcanzan el liderazgo político no es justamente correspondida en la misma medida. Sabemos la dificultad que supone gobernar a un país, pero también somos conscientes de la impunidad que supone no ser eficientes en su gobernabilidad. La confianza depositada en las urnas por los ciudadanos es merecedora de un trato más humano, sobre todo, cuando los problemas arrecian. ¿Qué justificación política le damos a los suicidios de personas que iban a ser desahuciadas? ¿Por qué se abandonan y se dejan morir de pena a aquellas personas que un día depositaron su confianza en ellos?

La última víctima, Amaia Egaña (quien conocía bien de cerca la política) se quita la vida cuando iba a ser desahuciada por el nuevo propietario: ¿Un banco malo? Quizás el mensaje que nos deja esta mujer, tenga que ver con la impotencia y la incomprensión de un sistema legal usurero e injusto.

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