crónica

Cruce de culturas en el mercado celanovés

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photo_camera Miles de personas acudieron al mercado semanal celebrado este jueves en Celanova. (C.P.)
El mercado de Celanova se convierte durante las fiestas en un gran escenario que da fe de la multiculturalidad que reina en la villa durante el verano. Decenas de acentos conviven alrededor de las viejas tradiciones.

Hace varias décadas que miles de gallegos dejaron sus casas con intención de volver algún día. La gran mayoría de aquellos que llenaron la maleta de morriña acabaron por echar raíces en los países hacia los que partieron. Volvieron y lo siguieron haciendo cada año trayendo consigo a otros, nacidos ya lejos de las fronteras de su Celanova natal, pero a los que inculcaron el amor por las costumbres de su tierra. 

Una de esas costumbres es la de acudir incuestionablemente al mercado. Los jueves en Celanova constituyen una especie de ritual al que los celanoveses ocasionales se niegan a faltar. Son dos los eventos de este tipo que cada verano congregan a miles de personas y convierten la villa en una suerte de encuentro multicultural. El primero se produce en los días previos a las fiestas de la Encarnación, "o mercado da Ramallosa". El segundo tuvo lugar este juevesr y es el que coincide dentro de los festejos de San Roque. 

A primera hora de la mañana, los puestos  de ropa, bisutería, comida, juguetes... comenzaban a levantar sus estructuras mientras los primeros paseantes -esos que no querían arriesgar su plaza de aparcamiento- empezaban a recorrer las calles. El punto álgido tuvo lugar a media mañana.

Alrededor del mediodía, eran decenas los acentos que podían escucharse en la Plaza Mayor. El "rianxo" mostraba con orgullo los frutos de la tierra, unos productos ante los que el comentario más repetido era "allí no hay estas cosas". Un "allí" que puede ser cualquier sitio, Madrid, Nueva York, Suiza, Francia, Venezuela... Ese "allí" es un sitio cualquiera que no es Celanova, porque la morriña con la que viven su día a día también afecta al paladar. 

Mientras tanto, otros se entretenían revolviendo entre las gangas que se amontonaban en los puestos, situados en la mayor parte de las calles del centro. Unos las comentaban en inglés, otros en francés, otros en alemán y otros en un castellano de más allá del Padornelo, pero todos coincidían en el idioma universal de haber conseguido una buena compra. 

La hora de comer provoca un desfile unánime hacia el lugar donde se asientan las pulpeiras

Desde las terrazas de la Plaza Mayor, otros cientos observaban el ir y venir de viandantes reencontrándose en algunos casos con viejos vecinos o, simplemente, disfrutando de esa caótica calma que ofrecen las vistas al Monasterio de San Salvador. Conforme se iba acercando la hora de comer, las miles de personas que este jueves circularon por Celanova comenzaron a desfilar hacia un mismo punto: el parque de As Triguerizas. Allí se asientan cada jueves las pulpeiras y, a pesar de que el exquisito sabor del pulpo no va acompañado por una gran apariencia, pocos se resisten a sacar sus teléfonos móviles mientras las tijeras de las pulpeiras van llenando el plato a toda velocidad. 

Porque los jueves de Celanova son una oda a las costumbres, especialmente para aquellos que las sienten desde lejos.

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