Los viejos tiempos

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photo_camera Fotografía de archivo tomada el 20 de julio de 2010 que muestra al cantante y líder de Motörhead, Lemmy Kilmister, durante un concierto en el Paleo Festival en Nyon. (SALVATORE DI NOLFI)

Amanece el día después de los Santos Inocentes con el último trago de Lemmy Kilmister

Amanece el día después de los Santos Inocentes con el último trago de Lemmy Kilmister; las redes aceleradas lo escupen ya como una vomitona amarga -un hervidero incontrolable-, y te entra el pánico irremediable. Somos humanos y cada uno juega con sus propios referentes.

Una banda como Motörhead que se mantiene desde 1975 forma parte ya del decorado de tu vida, de nuestras vidas. Y no son muchas las que resisten a la templanza de los tiempos, AC/DC, The Rolling Stones, David Bowie, Neil Young…

Andaba su salud pendiente de un hilo desde hacía tanto que ya se creía uno –para él- aquello de la inmortalidad, además, era imposible que el artífice de esa melodía atronadora pudiera parar algún día. Qué momentos de locura rabiosa detrás del vinilo de turno, Motörhead(1977), Overkill (1979), Ace o Spades (1980), el directo On Parole, exquisitamente inaudible, pero daba igual. Una melodía imposible salida de lo más hondo de la caverna que rugía hasta estremecer al tiempo que su bajo disparaba misiles en llamas. Nunca negó su afición a la bebida, al bourbon, a las drogas y a las mujeres, que lo azotaban de pasión antes de salir a escena, pero sobre el escenario nunca fallaba, la entrega y admiración por los millones de fans era superior a todas las otras cosas que la vida pudiera entregarle. Fue “roadie” de Hendrix, y camello, con premio, aunque con más suerte; no es nada fácil que alguien que se deja azotar por la vida tanto tiempo resista hasta los setenta, en su caso una ancianidad, un record gracias al Jack Daniels pegado a su hombría.

Le causó tremendos disgustos sus querencias por lo militar, sus fetiches de la Segunda Guerra Mundial, pero aquella pasión –quiero pensar- nunca se identificaba con un mensaje en lo político. De los primeros conciertos en España –años 80- uno recuerda una detención en Barcelona alarmada la policía local por sus cueros de motero, un cinturón de balas y un machete colgado del mismo; todo quedó en un susto. Eran tiempos salvajes de quien deja escritas sobre el rock n’roll páginas de leyenda más allá del heavy metal, del punk acelerado que lo vio crecer y de todos los palos que le acompañaron. Aunque para él, cuesta reconocerlo, su gran admiración –según cuenta- fueron The Beatles, imagino que todos sentimos nostalgia en algún momento por los viejos tiempos. Gracias por todo, Lemmy, te has ganado el cielo.

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