Sonrisas y, si no lágrimas, caras de preocupación se mezclaron en las gradas o barandillas del fútbol ourensano esta jornada festiva. La Semana Santa no se notó demasiado en la afluencia de espectadores, que ya cumplieron con las principales procesiones y ahora querían disfrutar de un espectáculo más prosaico. Buen aspecto en las gradas, con los ánimos por todo lo alto, para poner un granito de arena en el éxito de los suyos.
No faltaron los protagonistas habituales. Jugadores y entrenadores, por supuesto, que son los que manejan el “cotarro”. Pero también otros secundarios habituales como los niños que tratan de meterse en el campo, el jamón que cuelga esperando a un afortunado en el maravilloso juego de la rifa o los aficionados visitantes que se dejan caer por Ourense para ver el fútbol, pero también para llevarse algo sólido y líquido a la boca, que no todo va a ser sufrir.
El éxito fue por barrios. En la UD Ourense, los fieles rojillos no tuvieron motivos para la celebración. Todo lo contrario que en Os Carrís, donde el Barbadás huele a ascenso. En la Primera Galicia, la lucha por arriba y por abajo se anticipa intensa.
Y allí estarán los aficionados. Porque, aunque las vacaciones lleguen a su fin y la rutina vuelva a reclamar su protagonismo, queda lo más interesante de la temporada por delante. Mucho fútbol, con su montaña rusa de emociones particular.
