CARRERA POPULAR

La mañana treinta y nueve

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photo_camera Los corredores se dejaron la piel para completar el recorrido y llegar a la meta de Os Remedios

El beso al suelo de Lekhili y los esfuerzos anónimos fueron los gestos de una mañana, ya van casi cuarenta, en la que Ourense volvió a dar lo mejor de sí misma

Llegar y besar el suelo. El gesto de Hassan Lekhili en el asfalto de Os Remedios, como Míchel besando el tapete del Bernabeu cuando dejó el Madrid, era el agradecimiento del ganador a su herramienta de trabajo.

Sobrado de aliento, apenas le resbalaba una gota de sudor por la mejilla, saludó discretamente a su mujer y a sus hijos. Era por fin una mañana de noviembre en la ciudad, ya lejos de ese agosto tardío que fueron los magostos, idónea para decir que los cobardes no eran los que corrían, sino los que nos quedamos esperando en la meta. Por eso algunos compitieron disfrazados de espartanos o de 'carrabouxos', que vienen a ser lo mismo.

Antes de dar siquiera un paso, un 'stand' promocional de "leite galego 100%", situado estratégicamente al lado de la churrería, pudo poner en jaque la fuerza de voluntad de los corredores si no fuera por la música del Equipo A que atronó desde primera hora. Solo hubo silencio durante unos instantes, en honor a los fallecidos por los atentados de París. El resto del paisaje sonoro fueron jadeos, palmas al llegar a la meta y el runrún dentro del Pabellón al saber que el tiempo de Lolo Penas no aparecía por las pantallas.

Son ya treinta y nueve mañanas de San Martiño gracias a ganadoras como Solange Andreia, la primera en categoría femenina, a quien dentro esperaban un verdadero séquito de competición: pareja y suegros.

La San Martiño tiene éxito porque son ya más las personas que la disfrutan desde dentro que desde fuera de las vallas. Porque vienen de lejos a correr gracias a los clubes o porque los campeones de mañana, los niños, también se echan al asfalto.

La moda del 'running' no exige más que salir a la calle. A cambio, cuando terminas, te devuelve una cara de satisfacción solo comparable a la de un abuelo cuando canta las 40. Es la alegría que te da saber que entre tú y Hassan Lekhili no hay nada más que un puñado de minutos al final.

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