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Cooperativas para el futuro

Las cooperativas agrarias y alimentarias constituyen, sobre el papel, uno de los pilares del sector agrario

Las cooperativas agrarias y alimentarias, cerca de 4.000, con una facturación de casi 26.000 millones de euros, lo que supone casi el 60% de la Producción Final Agraria, constituyen, sobre el papel, uno de los pilares del sector agrario, fundamentalmente en la parte de la producción donde son protagonistas en sectores claves como frutas y hortalizas, aceite y vino, cereales y en el conjunto de las cabañas y producciones ganaderas. Ese peso dominante en lo que afecta a las producciones, aunque en los últimos años se han dado grandes avances, experimenta sin embargo una fuerte reducción cuando se analiza su participación en la política de comercialización y sobre todo, de transformación de sus propias producciones al ponerse una parte muy importante de ese volumen en otras manos que son quienes las manipulan y se llevan el valor añadido de las mismas.

Según los últimos datos elaborados por las Cooperativas Agroalimentarias, sobre su volumen total de productos comercializados, un 23% va a parar a manos de otras industrias del sector que tendrían a las cooperativas simplemente como proveedoras de materias primas para su negocio; un 22%, incluidos los suministros, es autoconsumo de los propios socios; un 19% iría a parar a las cooperativas de segundo grado; un 14% va a manos de intermediarios y similares; un 9% a la distribución organizada y a grandes supermercados y un 13 % encuentra otras vías de salida en mercas, venta directa, internet, tiendas propias o en la misma explotación.

No obstante esa distribución de las ventas, las cooperativas han hecho un gran esfuerzo para mejorar sus políticas y estrategias de comercialización, como lo pone de manifiesto el hecho de que un 60% de las mismas venden productos con marca propia y un 25%, como sucede con el resto de la industria alimentaria, han tenido que entrar por el arco de la gran distribución elaborando marca para esos grandes grupos. Pero, sigue existiendo más de un 50% de cooperativas donde la venta de materias primas sin elaborar y los graneles constituyen el eje de su actividad.

Desde la perspectiva de la calidad, las cooperativas tampoco están al margen. Más de un 30% de las mismas operan con productos bajo un tipo de denominación, un 35% disponen de laboratorios para el control y certificación de calidad, casi un 15% tienen certificación medioambiental y, finamente, más de una cuarta parte también se han sumado a las políticas de comunicación, marketing, promociones o publicidad.

Las cooperativas en su conjunto, ya no son las estructuras casposas y con una imagen envejecida del pasado. Pero, a pesar de estos avances y mejoras indispensables para funcionar en unos mercados cada vez más globalizados en competencia con el conjunto de la industria, las importaciones baratas desde terceros países y las políticas agresivas con precios a la baja de la gran distribución, el sector necesita seguir su proceso de mejoras en defensa de los intereses directos de casi 1,2 millones de socios y sus 100.000 empleos. Ese proceso se pretende consolidar con la Ley y el Plan correspondiente de Integración Cooperativa puesto en marcha desde Agricultura.

No es el primero, sino el enésimo intento que se hace en las últimas décadas para apuntalar el movimiento cooperativo y, probablemente tampoco va a ser el último. Este Plan contempla la figura de las cooperativas prioritarias supra autonómicas como principales destinatarias de los apoyos, cuyas condiciones, volumen de facturación mínima, según sectores, se halla en la última fase de la negociación. La aplicación de esta política desde los próximos meses se hará vía los Planes de Desarrollo Rural, con fondos de entre los 400 y 500 millones de euros, sobre los que deberá decidir cada una de las Comunidades Autónomas.

Con cerca de 4.000 cooperativas de entre primer y segundo grado, el sector necesita un ajuste de cara a lograr entidades con un mayor peso, eliminando estructuras, especialmente cuando, en un mismo territorio cercano existan dos entidades haciendo lo mismo. Es preciso ir a cooperativas de mayor volumen si tenemos en cuenta que la entidad o cooperativa española más grande es el grupo gallego Coren con 982 millones de facturación, vía la integración de cooperativas de primer grado en todos los sectores ganaderos, seguido de AN de Navarra con menos de 700 millones, mientras en países comunitarios del norte de la UE, donde ya acometieron este proceso, la facturación de los grandes grupos se sitúa entre los 8.000 y los 10.000 millones de euros.

El ajuste de estructuras, el recorte en el número de cooperativas puede ser una medida importante, pero solamente allí donde pueda existir una duplicidad de estructuras. Pueblos andaluces con dos almazaras o en Castilla La Mancha con dos bodegas. Pero, lo fundamental, aunque importante en el sector, no sería ajustar metros o ladrillos, quitar carga de personal, sino el desarrollo de una política de integración cooperativa desde la perspectiva de la comercialización, donde una sola mano pueda decidir la política de ventas del cereal, vino o aceite almacenado en cualquiera de las entidades asociativas integradas en la misma y donde, entre otros casos, destacaría la actividad de AN en el sector de los cereales desde Navarra ya hasta Castilla La Mancha, pasando por Aragón, Castilla y León o Rioja.

Integración cooperativa es, en definitiva, una política que refuerce el futuro de este tipo de entidades desde su viabilidad. Y, para ello, es fundamental, de entrada, formación cooperativa para los socios; crear conciencia entre agricultores y ganaderos sobre su importancia para la defensa de los intereses del sector; no criticar a los responsables o acusar de inmovilismo, ”mandan los de siempre” y, a la vez renunciar a participar en los debates o pedir la cuentas de la sociedad para su control; profesionalizar la gestión cooperativa.

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