Escultor y Académico

Acisclo Manzano: ’La escultura no es un mueble, un semáforo, debe estar en su lugar y adaptada a cada entorno’

El escultor Acisclo Manzano, en Oseira.
Acisclo Manzano ya forma parte, como académico de número electo, de la Real Academia de Belas Artes de Galicia. El escultor que soñaba con ser poeta se define como ’un figurativo, realista con el tiempo’. Aunque sus obras se pueden ver en distintos lugares de Ourense, él sueña con tener una en su calle: La Barrera. Ahora trabaja en la posibilidad de una exposición en su ciudad.
Quien conozca desde hace tiempo a Acisclo Manzano tendrá grabada en su memoria la imagen del artista provisto de una minúscula navaja, aprovechando cualquier momento para tallar pequeños trozos de madera. Desde aquellos años en los que comenzaba a sentirse, como decía, ’aprendiz de escultor’ hasta ahora, han pasado muchas cosas y han quedado atrás muchos kilómetros. Estados Unidos, Europa, y prácticamente toda España han sido anfitriones entusiasmados por poder mostrar su obra a sus invitados. Premios como el ’Celanova, Casa dos Poetas’, en 2004, y reconocimientos internacionales forman parte de un currículo demasiado extenso cuyo mejor resumen de presentación son las esculturas que adornan toda la ciudad. Deses, además, académico de número electo de la sección de Escultura de la Real Academia de Belas Artes de Galicia ’Nosa Señora do Rosario’.

¿Qué significa para usted ser académico?

Creo que este nombramiento es, sobre todo, un gran reconocimiento para la escultura, tal vez sea una de las cosas más importantes. Haberme nombrado académico supone no sólo una consideración hacía mí, sino a todos los escultores que trabajan en Galicia, sean o no conocidos. No podemos olvidar que ésta es una tierra más de escultura que de pintura, desde tiempos históricos, no hay más que observar el arte castrexo.

¿Qué es lo primero que le gustaría hacer a Acisclo con este nuevo nombramiento?

La verdad es que debo confesar que aún no he tomado contacto con la Academia y sus funciones. Sólo sé que tengo que que asistir una vez al mes a sus reuniones, y emitir informes sobre el patrimonio. No sé todavía qué poder voy a tener, cuáles serán las funciones concretas que se me asignen.

A la espera de esa información, ¿qué desearía poder hacer? Reclamar, exigir o pedir, no sé cuál será el verbo más correcto que debo emplear, protección y ayuda a la escultura y una mayor potenciación del arte arqueológico. Desde los cabaceiros hasta las esculturas en la calle y reclamar museos que funcionen bien. No sé si la Academia tendrá autoridad para ello, pero creo que es una institución con suficiente prestigio como para que sus informes sean vinculantes.

Menciona usted la escultura en la calle. ¿Todo vale o debe cumplir ciertos requisitos?

Yo tengo muchas esculturas en la ciudad, también llevo muchos años trabajando. Hay escultores que no están y merecen estar y otros que están y no lo merecen tanto. Lo cierto es que la escultura no es un mueble, no es un semáforo, aunque tenemos algunas obras que están colocadas como si lo fueran. El arte, sobre todo, no debe molestar. Para mí, un ejemplo de escultura bien situada, en su lugar, es la del Padre Feijóo, tiene fuerza y forma parte de ese espacio escultórico.

¿Sus obras buscan esa armonía con el espacio?

Al menos es lo que intento siempre. Cuando me proponen una escultura, lo primero que hago es estudiar el proyecto y analizar el entorno, puedo tardar meses en llegar a una conclusión, pero luego cuando ya está instalada busco que no se note que está. En el caso, por ejemplo, de la escultura del Paseo se trata de una mendiga que hace años siempre estaba allí. Y el conjunto de la Plaza de San Antonio reproduce a las monjas que siempre vivieron allí.

Con el transcurrir de los años, ¿se ha arrepentido de algo?

De no llegar donde tengo que llegar, pero aún espero llegar. Siento que todo el camino recorrido hasta ahora es mucho más largo que el que me queda. Lo que ahora quiero es que, en este pequeño tramo que me queda se multiplique todo el pasado. Hasta ahora considero que todo ha sido un aprendizaje, estudiar para prepararme. Creo que ahora ya puedo desarrollar todo lo que he acumulado. Lo que antes tardaba dos meses en plasmar ahora puedo hacerlo con dos trazos, es como en la poesía, con dos palabras se puede contar una gran historia.

¿Siempre quiso ser escultor?

Yo he querido ser de todo: escritor, obispo, general, pintor y poeta. Pero un amigo me desvío de la poesía. Nunca he sido capaz de componer nada, sólo puedo expresarme a través de la escultura.

¿Dónde reside la huella de Acisclo Manzano?

Resulta fácil decir que soy vanguardista o figurativo abstracto. Yo me he inspirado en padres como Mestre Mateo o Fidias, creo que conviví con ellos, les trate y hasta fui uno de ellos. Quizás sea innovador, no lo sé, es el entorno que te marca. Creo que soy figurativo, realista con el tiempo. Si veo obra mía antigua, sé exactamente de qué año es: noto la situación política, familiar y sentimental que atravesaba en ese momento. Soy un cronista.

¿Se siente querido o maltratado por la ciudad?

A veces me quejo, pero si pienso en toda la obra que tengo expuesta aquí, creo que no tengo motivos. Para ser gráfico siento como si me faltara el azúcar del café.

¿Cuál sería ese azúcar?

No lo sé, tal vez poner una escultura en mi calle, donde nací, en La Barrera. Considero que soy más reconocido en Santiago o en Coruña que aquí, me siento más mimado, ahí sí que me dan el azúcar.

¿Por qué lleva tantos años sin exponer en Ourense?

Será por timidez o porque no he tenido la propuesta adecuada, quién sabe. Lo cierto es que ahora tengo varias propuestas: una en un espacio de la Praza Maior y otra en San Francisco. Creo que este es el momento en el que hay posibilidades reales de hacer una exposición.

Hay quien asegura que se ha acomodado con el tiempo.

Eso sólo lo pueden decir los que no conocen mi obra. Voy a contar una anécdota que me pasó hace poco. Una vecina del campo fue a ver mis obras, le comenté que eran todas iguales y ella respondió: ’Qué va, sonlle todas distintas’. Muchos creen que para trabajar hay que sudar y no dejar de investigar. Yo creo que las cosas te tienen que salir porque así eres tú.

¿Cuál es el mejor elogio?

Que soy escultor, parte de la escultura y que soy buena persona.

¿La mayor ofensa?

Hay muchas. Sobre todo me molestan los ’parvos’.

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