Un veterinario que trabaja para la Junta de Castilla y León, José Carlos Piñero, propone el empleo de emisores de ultrasonidos para acabar con la plaga de topillos en esta Comunidad Autónoma.
Estos "ahuyentadores electrónicos de topos" ya se pueden encontrar en el mercado y emiten unos ultrasonidos que no pueden escuchar las personas, explicó hoy a EFE este veterinario de la Consejería de Sanidad de Castilla y León.
Los emisores, son baratos, de fácil manejo, pueden cubrir un área de hasta 1.500 metros cuadrados y su eficacia ya se ha probado con otras plagas, según José Carlos Piñero. El empleo de estos aparatos serviría para ahuyentar a estos roedores hacia "lugares de exterminio, para su destrucción por el agua, fuego u otros medios".
El veterinario reconoció que se trata "de aplicar el famoso cuento de Hamelín, cuya flauta emitía unos sonidos que solo oían los roedores, llevándolos a sitios donde fácilmente pueden perecer". Este método es inofensivo para personas, el resto de animales y los cultivos, además de que evita el uso de productos tóxicos y los problemas sanitarios que se pueden originar la muerte en el campo de los topillos.
Además, los ultrasonidos no interfieren en aparatos electrónicos como teléfonos móviles, televisores, radios o alarmas. Otra de las alternativas que este veterinario tiene previsto presentar el próximo martes día 14 a la consejera de Agricultura, Silvia Clemente, es el uso de un abono orgánico a base de "tordada de ricino", que es repelente para los topillos pero abona el terreno.
Piñero considera que la plaga de millones de roedores se debe a que el pasado invierno fue suave y no hizo suficiente frío para que mermara su población, además de estar favorecida por determinadas prácticas agrícolas que fomentan el regadío o la siembra directa sin labrar la tierra. Otro factor es, a su juicio, "la disminución de depredadores" y "la ruptura del equilibrio biológico en los ecosistemas".
El veterinario advirtió de las enfermedades que pueden contribuir a propagar estos roedores, del peligro del uso masivo de venenos para combatirlos y de los riesgos de prácticas como la quema de rastrojos o restos de cosecha en el campo.
