ANÁLISIS

Podemos de Hierro

El partido afronta ser el ejemplo de la ley de Hierro de Michels: la eficacia, ganar, por encima de lo demás. 

La crisis interna de Podemos es, como tantas cosas, una cuestión de ingenuidad: la de creer que obtener 5,1 millones de votos sale gratis. El partido experimenta ahora las consecuencias de la lógica de competición política. Pelear para ganar, y recoger mientras las víctimas que te dejas en el camino.

Es el enésimo ejemplo de la ley de Hierro de Michels. La que dice que un partido tiende a la estructura vertical cuando el debate de la eficacia supera a los demás, como la participación interna o la renuncia a postulados ideológicos básicos. Detrás de eso, se esconde la diferencia “táctica” enunciada por Bescansa.


Los movimientos de Errejón han sido las vencedoras, con el beneplácito de Pablo Iglesias, desde que se fundó Podemos. Crear un partido para ganar. “La obligación de un revolucionario es ganar”, decía Pablo Iglesias. Un instrumento político capaz de competir, en un marco (“una ventana de oportunidad”) excepcional. Nunca visto desde la Transición en España. Un partido flexible en lo ideológico y en los discursivo. Hoy la radicalidad, mañana el terciopelo de la socialdemocracia nórdica. Por el camino, el agradecimiento a Monedero por los servicios prestados.

Unos lo llaman [proceso de] institucionalización. Otros crisis de crecimiento. Lo cierto es que un partido que aspira a todo necesita cuadros medios válidos que se imbriquen con un grupo de líderes multiplicados en espacios mediáticos. La selección de esos cuadros no está siempre controlada. Las víctimas: las dimisiones en Madrid y el fulminante de Pascual. En mitad de todo eso, surgen lo que antes se llamaban familias. Ahora son corrientes o tendencias.

Del resultado de este trance depende el futuro de Podemos como partido. A ver Ciudadanos.

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