José Iglesias: "Cuando empecé a hablar y escribir sobre la renta básica, me querían pegar"

El economista ourensano José Iglesias, introductor del concepto de renta básica en España, protagonizará el próximo Foro La Región. Se celebrará el martes 18 a las 20,30 horas en el Marcos Valcárcel, donde se proyectará en primicia el documental “José Iglesias, un ilustre ourensán descoñecido”, centrado en su figura. Iglesias, que reside en Barcelona, intervendrá por videoconferencia para responder las cuestiones que se le planteen. No acude presencialmente por precaución ante el covid. “El bicho está aquí”, lamenta el pensador, que destaca como su rasgo más distintivo la sensibilidad. “Sí, mi sensibilidad”, recalca, “con el humilde, el desposeído y el pobre, no por ser humano, sino por ser doliente”. ¿Sigue apoyando el sistema de renta básica? Lo defendí durante décadas. Después me di cuenta de que es un instrumento indispensable para abordar ciertos asuntos, como el desempleo y la desigualdad, pero no resuelve el gran problema del capitalismo. Por eso, desde hace cinco años, publico sobre el proceso municipalista y la sociedad comunal como alternativa. La renta básica es un instrumento que otorga capacidad de elección a las personas, en una sociedad donde todo depende del mercado de trabajo, pero no es una panacea. No quiero que me identifiquen con la renta básica. ¿Cuál era la cuantía que planteaba? Hay modelos de renta básica débiles, asistenciales, y el fuerte, que busca la transformación social. En este último caso, su cuantía es la mitad de la renta media per cápita, y este pago es personal e individual. El 80% del importe lo recibe el individuo y el 20% se reintegra en un fondo de riqueza comunal. Por tanto, tomando los datos de 2020, la renta básica que recibirían los gallegos sería de 913 euros, 730 para uso personal y 183 para dicho fondo común. Y, para la renta básica, ¿de dónde sale el dinero? Pues de la producción e impuestos de los trabajadores, al igual que las partidas para la Casa Real, el Ejército o la Policía, por ejemplo. El concepto de renta básica, ¿fue ganando adeptos con el tiempo? Al principio, cuando hablaba de ella, me quería pegar hasta la gente de izquierdas, se ponían agresivos, y ahora incluso los gobernantes conservadores la mencionan. Es cuestión de insistir y divulgar. Eso sí, ya no se habla de la renta mínima tal y como la planteamos, y no será posible en un sistema capitalista, donde solo se presta asistencia y hay iniciativas como la Risga, que es terrible. Que tengas que ir con un letrero diciendo: “Soy un necesitado, por favor, deme la Risga”. En cambio, la renta básica es incondicional, uno no tiene que pasar por el mercado de trabajo para conseguirla. La sociedad se hace cargo de los que nacen durante toda su vida. Por tanto, hay que educar al individuo para que sea solidario, en el apoyo mutuo. De ahí el concepto de comunidad, con un tipo de persona social que no piensa en ambiciones personales, en tener la renta básica y vivir del cuento, sino que está educada en el bien común. ¿Qué modelo defiende ahora? Ya no buscaría una renta básica, sino que se otorgue la cantidad suficiente para vivir libres. Yo me vi obligado a trabajar desde los ocho años, no pude decidir a qué me dedicaba y trabajé por necesidad en una gran cantidad de profesiones. Ahora propongo la forma de gobierno del municipalismo, que sería colegiada, sin alcaldes ni estructuras de poder. Y defiendo el proceso municipalista porque hay luchas que solo se pueden hacer a nivel local. Hay que rechazar la democracia como forma de gobierno, y pensar más en la forma de autarkèia o autonomía, que significa la participación horizontal, con modelos asamblearios y una autonomía independiente de cualquier tipo de jerarquía, ajustando cuentas con la democracia, el gobierno de los poderosos, e instaurando el gobierno de los oprimidos. Usted, que se llegó a definir como “el niño más pobre de Ourense”, ¿cree que la mayoría de economistas puede tener un sesgo por provenir de clases más pudientes? Por supuesto. Yo soy un economista crítico, y busqué siempre una interpretación de clase. No hay nadie neutral. Todos atendemos a intereses, y un ejemplo de ello son las puertas giratorias. La ciencia no es neutra tampoco, y sus usos aún menos. Sostiene en sus escritos que recuerda el momento en que nació. Ya hay trabajos que lo defienden: los nonatos escuchan, y, por tanto, se recomienda a las madres que hablen con sus hijos. Sí, fui consciente de que nacía, y me sentí acogido y querido en la tierra. ¿Forma parte activa de alguna agrupación o movimiento social? Sí, de Baladre, que lucha contra la pobreza, la discriminación social y el paro. Toma su nombre de una flor de la que se dice que es bonita pero peligrosa. No tenemos una estructura formal, sino que nos reunimos como individuos por nuestra preocupación por los problemas sociales. Y yo intento aportar mi granito de arena. En la actualidad, sufrimos una crisis sanitaria y también económica… Esta pandemia tiene un doble encanto para el sistema capitalista, con empresas que se están beneficiando mientras hay paz social porque todos estamos recluidos en casa. Hay un negocio farmacéutico brutal, se recortan derechos y empeoran las condiciones laborales. ¿Hacia dónde se encamina el futuro? El capitalismo actual, democrático, va a convertirse en capitalismo distópico. La tierra será una cárcel donde nos impondrán las condiciones desde posiciones de poder. Este es un cambio que no está a la vuelta de la esquina, va despacio, pero está ocurriendo. Para usted, tras tantos años de reflexión, ¿cuál es el sentido de la vida? Lo tengo claro: mi papel es dibujar utopías mientras el capitalismo distópico se va pronunciando. Tenemos que seguir nuestra lucha incansable para diseñar instrumentos y procesos utópicos que calen en la sociedad.