Ricardo F. Colmenero: "La mayor desmesura que tuvo Antonio Escohotado fue el sexo"

Terence White, en una de sus obras basadas en la leyenda artúrica, pone en boca del mago Merlín: “Lo mejor que puedes hacer cuando estás triste es aprender algo. Es lo único que nunca falla. Puedes envejecer, con tu cuerpo temblando y debilitado, puedes pasar noches de insomnio escuchando la enfermedad que se apodera de tus venas, puedes perder tu único amor (…) Aprender es lo único de lo que la mente nunca se cansará, nunca se alienará”. Estas palabras definen perfectamente la trayectoria final de Antonio Escohotado, cuyo epitafio reza: “Quise ser valiente y aprendí a estudiar”. El filósofo se retiró a Ibiza para seguir disfrutando de su pasión por el conocimiento cuando sus facultades físicas y su belleza se habían quedado atrás. Este epílogo de reflexión y desapego fue descrito por el periodista ourensano Ricardo F. Colmenero, que escribió “Los penúltimos días de Escohotado” tras convivir con él durante más de un año. . El jueves 27 presentará esta obra en una nueva edición del Foro La Región, a las 20,30 horas en el Centro Cultural Marcos Valcárcel Cuando parece que está mal visto cambiar de opinión, él fue ejemplo de todo lo contrario. Un ego muy grande se convierte en estupidez y puede mantenerte en una idea equivocada toda la vida, pero yo creo en la evolución del ser humano con el tiempo y Escohotado pasó de ser un líder comunista a simpatizante de Ciudadanos al descubrir que el comunismo es el miedo a qué está haciendo tu vecino. Hoy en día, las redes sociales están incentivando mucho a que parezca que solo se puede tener una opinión. La polarización ya llegó a la sociedad, y es uno de los grandes “logros” de los políticos. Parece que no hay espacio para los grises, todo son blancos y negros. A Escohotado, lo que le mantuvo joven hasta el último momento es estar despierto a quien no piensa como él. Cambiar de idea le provocaba mucho placer, porque significaba que había aprendido algo. Escohotado inició su Foro La Región de 2019 diciendo “el ser humano es fracasado si no llega al conocimiento”. Por tanto, ¿pensaba que el grueso de los mortales lo son? Era consciente de su ventaja competitiva, con una memoria por encima del común de los mortales gracias a la cual podía recordar casi textualmente lo que leía, pero tenía mejor concepto de la sociedad y de la juventud que el que pueda suponerse de alguien tan inteligente. A nivel intelectual, ¿tiene puntos de conflicto con Escohotado en algún punto? En el libro discutimos, sobre todo, por el tema de las drogas. De hecho, Escohotado me parecía un personaje molesto, al entender que defendía su consumo, pero él solo promovía su legalización, porque la prohibición no había conseguido el efecto buscado de terminar con la dependencia. En eso, le tuve que dar la razón. En cuanto al uso de substancias, estoy a años luz de su opinión. Tras su muerte, Andrea Levy (PP) le definió como un “gran vividor”. ¿Está de acuerdo? Él era moderado en el consumo de todo, lo legal y lo ilegal. A Escohotado le hizo mucho daño, a la hora de recibir reconocimientos públicos, su discurso sobre la droga. De hecho, ahora su familia trata de “desnarcotizar” su obra, ya que este tema supone, en realidad, una parte muy pequeña de ella. Yo mismo fui una víctima de que se le conozca por esto. Por suerte, cambié de idea al conocerle, pero la primera vez que le entrevisté lo hice por obligación. La mayor desmesura que tuvo fue en el sexo. Su propio hijo decía que estaban Julio Iglesias y luego su padre. En la época en Ibiza, tuvo una vida sexual muy intensa. El filósofo consideraba “intrusivo” el móvil… La verdad es que manejaba perfectamente las nuevas tecnologías, incluso usaba criptomonedas, pero el móvil alteraba su paz y le molestaba. ¿Qué postura mantenía en el conflicto entre libertad y seguridad en tiempos de pandemia? Escohotado consideraba que el daño del confinamiento era superior al de la pandemia, con familias que perdían en el primer mundo su trabajo o su casa, lo cual supone la muerte para el tercero, pero nadie se planteó esto. ¿Cómo veía Escohotado el porvenir? Muestro muchos de sus vaticinios en el libro. Le veía un muy mal futuro a las universidades, especialmente por iniciativas como los “safe spaces”; es decir, el profesor comentó algo que es molesto para mí o va contra mis principios, así que necesito tranquilizarme encerrándome solo en un aula con algo de música. Esas memeces le sacaban de quicio. Si acabas con el debate, terminas con la Universidad. Además, Escohotado creía que, al multiplicarse la clase política, con el coste económico que eso supone, llegaría un momento en el que caería el Estado de las autonomías español, igual que cayó la Unión Soviética. Y abordaba también el mundo de la ciencia ficción, e ideas como la de archivar el conocimiento. ¿Cuánto tiempo estuvo con él para preparar la obra? Desde septiembre de 2020 hasta su muerte el 21 de noviembre de 2021. Al principio, no tenía intención de escribir un libro. Primero le hice una entrevista para el periódico. Grabé cinco horas de conversación, y cada segundo valía la pena, así que la editorial “La esfera de los libros” me pidió continuar. Al final, fue una experiencia vital que sin duda mereció la pena. Los “groupies” de Escohotado me ven como un gran privilegiado. Tiene una legión de seguidores. Iba a verle mucha gente de todo tipo, desde Florentino Pérez a personas que querían fumarse un porro con él. Escohotado era una especie de mago de Oz: acudían a él en busca de milagros, llevándole ofrendas incluso. Los regalos podían ser maría, whisky, libros o comida. Eso sí, productos gourmet, porque era un sibarita tremendo.