Esconden el fraude bajo una bata blanca y alardean de su abultado currículum con falsos títulos. No son profesionales de nada porque carecen de formación. Este fin de semana se reúnen en A Coruña afectados por el instrusismo sanitario para dar v

Intrusos que roban vidas

La conselleira de Sanidade, Pilar Farjas, durante la jornada celebrada ayer en A Coruña contra el intrusismo sanitario. (Foto: X. G.)
Ángeles entró en la consulta de aquella clínica con fuertes dolores y la esperanza de buscar una salida a tantos meses de sufrimiento.
Tenía buenas referencias y confiaba en que diesen con la solución a esos problemas que tanto le habían mermado la calidad de vida. El supuesto doctor, recomendado por otros profesionales y avalado por una dilatada (pero ficticia) formación en Estados Unidos, no dudo en ponerle nombre a sus males: un virus estomacal. La rapidez en el diagnóstico y la seguridad con la que proponía tratamiento despejaba cualquier posibilidad de duda. Pero el tiempo pasaba y la mejoría no llegaba. Todo lo contrario. Ángeles, con sus 170 centímetros de altura, perdió peso y bajó hasta los 43 kilos. Los dolores y la molestias se reproducían en diferentes parte de su cuerpo. Hoy, varios años después de esa 'desgraciada consulta', su historial está plagado de infecciones, episodios de fiebre y un reguero de actuaciones en la zona bucal. Y, quizás lo peor de todo, tiene un brazo en retracción: 'está curvado y no lo puedo abrir'.


ENFERMEDAD FALSA

En ese misma consulta le diagnosticaron un cáncer a Preciosa. El supuesto médico le ofreció el remedio a sus males con 'un tratamiento novedoso' que se prolongaría durante más de nueve meses: inyecciones de cortisona que, en lugar de mejorar su salud, la deterioraban paulatinamente. Así hasta que, tras poner su caso en manos de un oncólogo, la paciente descubrió que no sufría ninguna enfermedad.

A Sonia le pintaron un panorama feo cuando le diagnosticaron un virus y un parásito tropical. Entró en una espiral de pruebas y tratamientos que desembocaron en dos operaciones. Sus dudas no surgieron hasta que pasó mucho tiempo. 'Otros tres familiares acudían a esta consulta y a mi abuela casi le cuesta la vida'.

Unos 'dolores reumáticos' llevaron a Mónica hasta esa misma consulta. A su edad, con menos de treinta años, no le encajaban las piezas. Le diagnosticaron lupus y la enredaron como al resto de los pacientes. Con el paso de los años descubrió que no sufría 'ni lupus, ni fibromialgia' y que su salud se ha deteriorado. Cada dos meses tiene que ir al hospital.

Las cuatro son víctimas de la misma persona. El que, escudado en una bata blanca, diagnosticaba sin temor a equivocarse y ofrecía tratamientos diferentes era José Manuel López Pérez, Coté. Durante más de una década ejerció en sus clínicas de Ferrol y Viveiro hasta que fue detenido acusado de intrusismo, estafa y blanqueo de capitales. Le intervinieron más de cuatro millones en cuentas bancarias y, en febrero de 2008, ingresaba por primera vez la cárcel de Teixeiro porque carecía de la autorización sanitaria y de la titulación requerida para ejercer la medicina; los títulos de los que presumía resultaron ser falsos y de su currículum sólo consta oficialmente que finalizó el bachillerato. Pasó medio año en prisión y, tras quedar en libertad, se trasladó a Vinaroz (Castellón) para abrir una clínica con un socio. Tardaron poco en detenerlo. En el verano de 2009 volvía a la cárcel y, tras pagar la fianza establecida, quedaba en libertad a los seis meses.

Su caso saltó a las portadas de los periódicos y a los informativos de televisión. Esa relevancia mediática favoreció la unión de sus víctimas. Ángeles, Preciosa, Sonia, Mónica y muchas otras. Son 170 los ex-pacientes que buscaron cobijo conjunto y decidieron crear la Asociación de Afectados por el Instrusismo Médico Sanitario. Cada caso es diferente y escuchar el relato en la voz de las propias víctimas estremece. 'Existe un antes y un después, hay vidas enteras destruidas', explica Esther Fontán, presidenta del colectivo. Ella acudió a Coté con un esguince cervical provocado por un accidente de tráfico y las malas prácticas del falso osteópata le provocaron una lesión medular que la llevaron a una silla de ruedas y le dejaron una minusvalía del 38%. 'Él siempre amenazaba con la posibilidad de que tu enfermedad empeorase si no le hacías caso o no seguías el tratamiento que te imponía'.

Aseguran que la personalidad de Coté era arrolladora y que no soltaba el timón. Era él quien guiaba a sus pacientes y no admitía discrepancias. Intentaba dominarles y someterlos a una disciplina injustificada. Ahora son ellos los que intentan que pague por lo que ha hecho. Las secuelas físicas y psicológicas que le han quedado a las víctimas no les permiten olvidar y la memoria de Diego, 'un compañero que falleció tras pasar por la consulta', les impide perdonar a quien 'ha hecho mal a sabiendas'. Saben que hay daños irreparables y que ninguna condena aliviará su dolor, pero este colectivo está decididos a ejercer la acusación en los procedimientos abiertos contra Coté y su socio Gisbert.


DUDAS

Se hacen muchas preguntas para las que todavía no han encontrado respuesta. ¿Que sustancias les inyectaron? ¿Que consecuencias pueden tener los tratamientos propuestos por los falsos médicos? ¿Cuando van a despertar de esta pesadilla que les ha tocado vivir? Un silencio se prolonga tras cada uno de estos interrogantes. Y, mientras esperan por esa respuesta que mitigue sus dudas, la batalla judicial avanza al tiempo que a la asociación llegan apoyos de diferentes puntos de España. Son afectados, familias y amigos de víctimas del peor de los intrusismos profesionales; personas que confiaron su salud a quien carecía de la formación necesaria para ejercer en el ámbito sanitario.

Comparten el calvario de la estafa médica y padecen un sufrimiento para el que probablemente no haya cura, pero no bajan los brazos. Este fin de semana han citado en A Coruña a profesionales del ámbito sanitario, juristas, políticos y representantes de las diferentes administraciones para poner sobre la mesa un asunto que afecta a miles de personas. 'Es la primera vez en España que se celebran unas jornadas sobre el intrusismo profesional en el ámbito sanitario', explica Esther Fontán. 'Era necesario reunir a todas las partes implicadas y conocer todas las caras de una realidad para poder plantear las medidas más efectivas para su erradicación'.

Cada víctima sabe que el suyo no es un caso aislado y la mejor prueba la encuentran en la Asociación de Afectados por el Instrusismo Médico Sanitario. La constituyen hombre y mujeres, jóvenes y mayores, trabajadores y parados, profesionales liberales y amas de casa, personas de diferentes comunidades españolas. Los últimos tres anos han servido para hacer piña y arroparse mutuamente ante un enemigo que, además de carecer de la titulación académica, 'ha demostrado tener muy pocos escrúpulos'.

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