El fondo del mar esconde un tesoro con elevado contenido proteico y un alimento muy interesante

La mejor huerta submarina está frente a la costa gallega

Las verduras de mar llegan a la mesa. Cada vez son más los cocineros que aprovechan las posibilidades de las algas para enriquecer sus platos y las amas de casa que se atreven a introducir este ingrediente en el menú familiar. En los supermercados ya no resulta complicado encontrar paquetes de alga deshidratada o en conserva. El litoral gallego ofrece una variedad sólo comparable en Europa a la de la Bretaña francesa.
La explotación comercial de las algas no le daba buenas vibraciones a la mayoría de los marineros que ahora están a punto de jubilarse. Muchos rechazaban cualquier posibilidad de éxito; otros intuían una oportunidad de negocio, pero no se atrevían a abandonar la faena tradicional para ‘ponerse con experimentos’; y una minoría veía en la verdura de mar un producto con mucho futuro.

En ese tercer grupo, el inmensamente minoritario, estaba el tío de Juan. ‘Estivo embarcado toda a vida, pero sempre lle gustaba plantar a horta; foi un pioneiro no que agora lle chamamos a agricultura ecolóxica -explica su sobrino, que compagina la actividad pesquera con la recogida de algas-. Eu agora dedícome ao que a él lle gustaría facer, pero non puido. Lin moitos dos libros que el lía cando era mozo e, modestamente, aposto polas posibilidades das algas comestibles’. Este marinero pertenece a la cofradía de A Coruña, una de las 18 que cuentan con permisos de explotación de algas. Una actividad en la que también participan dos sociedades cooperativas pesqueras (Mergulladores de Fisterra y Mardelira) y cinco empresas que se dedican al aprovechamiento y comercialización de los frutos de la huerta submarina.

Propiedades curativas

La Central Galaica de Plantas Medicinales centra su actividad en el litoral norte del país para buscar especies con propiedades curativas. Ceamsa, la Compañía Española de Algas Marinas, lleva más de cuatro décadas elaborando carragenatos, un aditivo que se usa en la industria cárnica y láctea y como espesante para helados, gominolas y productos de cosmética. Las otras tres compañías con plan de explotación (Algamar, Porto Muíños y Lou) se dedican a la comercialización de especies para el consumo humano. ‘Recogemos algas que nos puedan ofrecer desde diferentes cofradías y también disponemos de personal propio que trabaja en las zonas asignadas en nuestro plan de explotación -explica Fermín Fernández Sáa, cofundador de Algamar, de Redondela (Pontevedra)-. Tras un proceso de deshidratación a muy baja temperatura, obtenemos un algas que podemos poner directamente en el mercado o utilizarlas como materia prima para productos elaborados con algas’.

En el litoral gallego está la mejor huerta submarina del sur de Europa. Aunque son poco más de media docena las comestibles y comercializables, hay más de 600 especies catalogadas. Las más habituales en restaurantes y supermercados son el espagueti de mar, el nori, el dulse, la lechuga de mar, el wakame o el kombu. ‘El alga todavía no es un producto de consumo de masas, sino que se limita a una minoría informada y preocupada por mantener una dieta saludable. Es cierto que el consumo ha crecido, pero el ama de casa convencional todavía no se plantea para una comida familiar un arroz con gambas -indica Fernández Sáa-. Quedan lejos, de todas formas, aquellos inicios en los que nos tomaban por locos cuando comenzábamos a explorar las posibilidades de las algas en Galicia. Ahora la geste está predispuesta a consumir algas y ya no lo ve como algo tan raro’.

Las campañas informativas y los esfuerzos realizador por la propia industria para divulgar los beneficios de estos productos han sido muy importantes para que se produjese este cambio. Las compañías que se dedican en exclusiva a la comercialización de alga comestible procesan cada año unas 400 toneladas; el litoral gallego es suficiente para abastecer su demanda y, al contrario de las empresas vinculadas a la cosmética y a productos medicinales, no recurren prácticamente a la importación del exterior.

Algas salvajes

La mayoría son algas salvajes, aunque en los últimos años se han puesto en marcha polígonos de cultivo; Agrogalicia cuenta con uno el Melexo (Muxía) y Porto Muíños dispone de tres en la ría de Ares. Son proyectos que sirven para evaluar las posibilidades de especies que apenas se dan de forma natural. Las condiciones meteorológicas adversas o unos métodos de cosecha inadecuados pueden dar al traste con el experimento. Antonio Muíños, propietario de Porto Muíños, prioriza ‘la investigación y la divulgación’ desde su empresa con sede en Cambre (A Coruña); desde la fundación de su compañía, en 1998, ha apostado por el marketing y la inno vación en los procedimientos de extracción o envasado. ‘Es fundamental dar a conocer el producto y explorar nuevas vías’, explica.

Comparte una filosofía semejante a la de Fermín Fernández. ‘Hay que acercar el alga al consumidor -apunta el fundador de Algamar-. El futuro pasa por el producto elaborado capaz de captar al consumidor cómodo. No sé si la fórmula de los precocinados será la más adecuada, pero hay que seguir esa línea. Nosotros ya ofrecemos galletas con alga, paté de alga o platos de pasta con alga’.

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