El paro de los transportes y la guerra quitan presión a Feijóo

Alberto Núñez Feijóo.
photo_camera El presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo.

El presidente de la Xunta relevará a Pablo Casado el próximo viernes como líder de los populares.

Con la guerra en Ucrania impactando de lleno en las economías nacionales, y el paro de transportistas y múltiples protestas desafiando al Gobierno de Pedro Sánchez, el foco dejó de apuntar a Alberto Núñez Feijóo que, casi sin presión, relevará a Pablo Casado como presidente del Partido Popular el próximo 1 de abril. Fue en la madrugada del 24 de febrero cuando los populares encontraron en el relevo exprés de Casado la salida a la crisis que en apenas una semana les había desangrado y enfadado a sus bases, que pidieron incluso la dimisión de su líder por poner en duda la ejemplaridad de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, por contratos que beneficiaron a su hermano.

Y fue en la mañana del 24 de febrero cuando la guerra estalló en Europa, con el ataque de Rusia a Ucrania, un conflicto que impactó de lleno en la economía, donde la inflación, ya disparada con anterioridad, y el encarecimiento del combustible y la energía desencadenaron protestas del sector primario, paros en la industria y una huelga de transportistas que dificultó el abastecimiento de empresas y supermercados. Sin haber desembarcado todavía en la sede nacional del PP, en la madrileña calle de Génova, Feijóo, candidato único a presidir su partido, lanzó mensajes al Gobierno, primero para ofrecer pactos de estado y después para cargar contra la inacción y la “indolencia” de Sánchez por retrasar hasta el 29 de marzo la toma de medidas.

Envuelto en polémicas

Con una exposición inédita, Feijóo hizo oposición desde Galicia y desde actos de campaña en todo el país, que dejaron algunas polémicas, como cuando afirmó que si un padre mata a sus hijos “no es violencia machista, es intrafamiliar”, para corregirse después por Twitter y sostener que la violencia vicaria sí es violencia machista o al calificar al Gobierno de “autista” para disculparse después con este colectivo.

Feijóo tuvo que lidiar además con la primera coalición de Gobierno de PP y Vox, pactada por Alfonso Fernández Mañueco en Castilla y León. El presidente de la Xunta se desvinculó de este pacto, que el PP circunscribió a este territorio, e incluso afirmó que “a veces es mejor perder el gobierno que ganarlo desde el populismo”.

Sin embargo, es posible que el primer Gobierno de coalición con Vox se materialice después de que Feijóo asuma las riendas del PP porque todavía no hay fecha para la investidura de Mañueco, que depende de Vox, a quien el PP cedió la presidencia de las Cortes, precisamente el puesto que el presidente de la Xunta abogó por retener para sus siglas. Además, aún con el proceso de transición abierto, Feijóo no dudó en dar por cerradas las heridas del partido, lo que no impidió que la otra protagonista del choque, Díaz Ayuso, haya marcado perfil propio, a pesar de que tiene el respaldo de Feijóo para presidir el partido en Madrid y que el presidente de la Xunta la defendió aún cuando la Fiscalía investiga el contrato de su hermano. Ayuso pidió investigar el supuesto espionaje en su contra, que la dirección saliente siempre negó, y “prescindir” de quienes estuviesen involucrados, con el argumento de que “las mafias no se tienen que tolerar bajo ningún concepto”. En un acto con Feijóo sostuvo además que los populares madrileños son un equipo con “poca paciencia para las tonterías” y “poco aguante para las imposiciones”. En un contexto en el que Feijóo abogó por pactos de Estado con el PSOE, Díaz Ayuso advirtió de que no se puede pactar con “el desastre” y defendió su acuerdo con Vox, hasta el punto de hablar de su coalición en Madrid, pese a que gobierna en solitario con este partido como apoyo externo.

El encaje de Díaz Ayuso y de sus fieles en el proyecto de Feijóo es una de las incógnitas que siguen sobre la mesa, pese a que la atención mediática no esté en estos momentos puesta sobre el principal partido de la oposición. Hay muchas otras dudas por resolver: cómo será la cúpula de la que se rodeará el dirigente gallego, la fecha en la que dejará la presidencia de la Xunta, si optará o no por ser portavoz en el Senado, los posibles cambios en el grupo del Congreso o cómo coserá todas las tensiones que deja la etapa Casado.

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