El uso de las algas va desde las delicias culinarias hasta el abono o la fabricación de cosméticos

Una verdura muy versátil

El atrevimiento de llevar las algas a la sartén es relativamente reciente. Los vegetales marinos se recolectaron durante siglos sin uso alimentario y se utilizaban como materias primas para productos cosméticos o con fines medicinales. Los agricultores gallegos las empleaban para abonar las tierras de cultivo, corrigiendo su acidez y aportando nutrientes naturales.
Utilizaron la verdura del mar como complemento a la alimentación del ganado hasta que surgieron las primeras empresas dedicadas a la elaboración de fertilizantes o las transformadoras de sargazo para hacer jabón. El uso en la alimentación no se limita al consumo directo, las algas también están presentes en otros productos espesantes y conservantes.

La situación de Galicia, entre los paralelos 42 y 44, coincide con la latitud de las costas de Japón. No es la única semejanza. Las dos son regiones con gran abundancia y diversidad de especies marinas. En el litoral galaico están los jardines submarinos más frondosos del sur de Europa, asentados en una costa recortada y alimentados por las grandes corrientes oceánicas. A diferencia de Japón, aquí el aprovechamiento de las algas se limitaba hasta hace unas décadas a usos agropecuarios. Los ribereños las recogían a su llegada a la costa, tras los temporales, para utilizarlas como abono, correctoras del pH de la tierra o alimento para el ganado. Solo en épocas de hambruna y desesperación se recurría a la verdura marina para atajar la desnutrición.

‘Era el último recurso. De pequeño yo nunca las comí, pero mi padre siempre nos contaba que cocían algas cuando no tenían que llevarse a la boca -explica Antonio, marinero jubilado-. Qué engañados estábamos. Si conociésemos entonces las propiedades de este producto, habríamos ahorrado muchos días de hambre’.

Desde hace un siglo

La explotación comercial, a niveles residuales, comenzaba hace casi un siglo con la obtención de ficocoloides: agarófitos, aginatos y carrageninas. Estas últimas se aplican como gelificante, espesante y estabilizante en lácteos y productos cárnicos. La Ceamsa (Compañía Española de Algas Marinas S.A.), que emplea a más de cien trabajadores, procesa en la actualidad entre 300 y 400 toneladas de algas anuales para obtener carragenatos, aditivo utilizado como espesante para gominolas, helados y productos cosméticos. Esta empresa porriñesa, la única que no envasa para consumo, importa más de 5.000 toneladas de producto seco y procesa otras 400 toneladas extraídas de las costas gallegas. El 90% de la materia prima procede de otros países, aunque sus directivos reconocen que en Galicia hay algas de primera calidad y especies muy variadas.

El proceso de deshidratado implica un gasto importante y Ceamsa opta por una vía ‘teóricamente más rentable’. La versatilidad de las algas abre un amplio abanico de posibilidades en la industria cosmética, farmacéutica y alimentaria. Además de actuar como fertilizante, las plantas marinas también han demostrado su efectividad como espesantes, ficocoloides y gomas industriales. Las algas están presentes en insecticidas, tintas, conservantes, desodorantes, confituras, gominolas y batidos.

Frente a esta versatilidad, los grupos ecologistas insisten en la necesidad de no retirar las algas de los arenales. ‘La función más importante es la que desempeñan en el propio medio, evitando las fugas de arena’, explica José Palacios, de la Asociación de Educación Ambiental y del Consumidor. Hay casos en los que se entierran en las playas para que con la acción del mar sigan cumpliendo su misión regeneradora, mientras que en otros lugares optan por balizarlas en una zona apartada del litoral. Agricultores de otros municipios, como el de O Grove, siguen utilizando los excedentes de algas como fertilizante en el monte.

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