Entregadas las notas y cerrados los colegios, los padres buscan auxilio en ludotecas, campamentos, talleres deportivos o escuelas de idiomas... pero en muchos ya no hay plaza.

Y ahora, ¿qué hacemos con los niños?

Aestas alturas de la película, hasta los padres más inocentes saben que sus hijos funcionan las 24 horas del día de los 365 días al año. 'No puedes quitarles la batería y olvidarte de ellos por una temporada', lamenta con sorna un joven al que su niño de cuatro años le ha robado parte de la adolescencia. 'Cuando nació descubrí que venía sin manual de instrucciones y, conforme pasa el tiempo, compruebo que lo de la dedicación exclusiva es más exigente de los que me podía imaginar'.
Llega el verano y, un año más, le ha pillado el toro. Finalizan las clases y Jorge todavía no tiene claro donde va a 'colocar' a Marcos durante los próximos dos meses y medio. La historia se repite. 'El año pasado tuvimos el mismo problema cuando acabó la guardería cerró en verano y ahora que acaban las clases en el cole no tenemos un plan de definido', reconoce. 'Yo no puedo coger vacaciones en esta época del año y mi mujer no puede renunciar a un trabajo eventual en un restaurante porque el verano, en temporada alta de turistas, es la única época del año en la que la llaman'. Lo fácil es recurrir a los abuelos y esa ha sido la solución más recurrente para Jorge y su mujer, pero ahora no es posible: 'Tienen otras obligaciones y tienen que ayudar a atender a un familiar enfermo'.

Pero son pocas las alternativas para quienes no han diseñado un plan con anterioridad. Las plazas para los campamentos de la Xunta y otras instituciones ya están adjudicadas desde hace semanas y no resulta sencillo encontrar acomodo estival para los niños, especialmente para los más pequeños. Y más complicado es para quienes, como Jorge y Marta, no viven en una ciudad. 'La oferta de ocio infantil en los pueblos pequeños es muy limitada', explica ella. 'En los últimos años ha habido un baby boom y el concello no se ha adaptado a las nuevas circunstancias. Si hasta los parques infantiles se quedan pequeños para tanto niño, no se han parado a pensar un programa de actividades para el verano'. Son tiempos de austeridad y las arcas municipales no están ni para la contratación de monitores para tiempo libre. La crisis es global y, como los ayuntamientos, también la padecen las cuentas corrientes de los ciudadanos. 'No puedo permitirme el lujo de contratar a una persona para que se haga cargo de mi hijo por las tardes durante los meses de verano', explica Luisa, madres de un niño de seis años. 'Es demasiado pequeño para ir con sus primos a la playa y tendré que tirar de agenda para los días en los que no pueda quedar con su tía o sus abuelos'.


CON LOS ABUELOS

Isabel, su compañera de trabajo, tiene el problema medio resuelto. Sus dos hijas pasarán el mes de julio en la aldea, con los abuelos. En agosto se hace cargo de las criaturas su marido, que tiene todo el mes de vacaciones. 'Solicitamos plaza en los campamentos de la Xunta de Galicia, pero no hemos tenido suerte', lamenta. 'Es el tercer año que lo intentamos, pero no ha habido fortuna. Si las niñas fueses admitidas, nosotros intentaríamos hacer una escapada aprovechando un fin de semana largo o un puente. Pero no ha podido ser'.

Los que si tendrán un respiro son José y Raquel. Su hija ha conseguido plaza, por segunda temporada consecutiva, en el campamento de la Diputación de Pontevedra. 'El año pasado estuvimos en tensión durante toda su estancia porque no sabíamos como podía reaccionar en su primera convivencia fuera de casa', explica el padre. 'Sabemos que disfrutó como la que más y esperamos que este verano tenga las mismas sensaciones. Ahora estamos buscando algún campus urbano para mantenerla ocupado el resto del mes de julio porque en agosto nos iremos los tres de vacaciones a visitar a nuestra familia de Sevilla'.

No hay una fórmula mágica para solucionar este problema que casi es universal. No existe un solución general porque cada caso es diferente. Las familias no son iguales y las circunstancias que las rodean son muy diferentes. Los niños no pueden quedar encerrados en casa y los padres no pueden dejar de trabajar.

'Tienen demasiado tiempo de vacaciones en verano y eso genera un problema en cualquier casa', lamenta Teresa, madre de dos niños de 8 y 10 años. 'Mi marido hace números y solicita plaza en todos los campus, actividades y campamentos que se convocan para intentar tener a los niños ocupados la mayor cantidad de tiempo, pero es una tarea de chinos. Les dejamos las tardes medio libres para que puedan ir a la piscina o a la playa, pero queremos que en verano sigan manteniendo una rutina de actividad para que no caigan en la apatía y la pasividad'.

Los padres tienen, muchos de forma involuntaria, la sensación de que necesitan deshacerse de sus hijo para poder seguir viviendo. 'Es imposible organizar el verano y la vida puede convertirse en un auténtico caos', explica Miguel. 'Resulta imposible conciliar en aquellos hogares en los que trabajen el padre y la madre. Y no es que no exista la voluntad por nuestra parte de pasar el mayor tiempo posible con nuestros hijos. El problema es que ellos tienen más de dos meses y medio de vacaciones y los padres, con un poco de suerte, tenemos uno.'.

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