LITERATURA

Beauvoir y Sartre, vida de escándalo

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photo_camera Simone de Beauvoir.

Se amaron en una suerte de pasión existencial, sin los convencionalismos de la vida en pareja, pero avanzando siempre al filo de la navaja. 

Simone de Beauvoir (1908-1986) y Jean Paul Sartre (1905-1980) se amaron  en una suerte de pasión existencial, sin los convencionalismos de la vida en pareja, pero avanzando siempre al filo de la navaja. 


Se enredaron lo indecible mientras disertaban sobre Leibniz; el sexo para ellos siempre rezumaba pensamiento. “Tiene la inteligencia de un hombre y la sensibilidad de una mujer”, decía Sarte, ignorando que aquella belleza de pelo castaño admirada ya de estudiante en la Sorbona, y de la que estaba prendado sería uno de los puntales del feminismo por venir. Él, achaparrado y enjuto, bizco, la ganó a base de verborrea y arte, como haría con otras; en lo intelectual ambos eran mentes privilegiadas dispuestas a dejar buenos renglones para la historia del siglo XX. A ella aún le faltaba relato para que escribir el venerado “Él segundo sexo”(1949); él ya se creía dios a pesar de ser ateo. 


   Nunca vivieron bajo un mismo techo pero su amor lo fue para siempre; después de 10 años tampoco hubo sexo; eso sí, los escarceos con otras personas fueron innumerables. Según aparecían en sus vidas la pareja no tenía ningún reparo en compartir el secreto. 
   Menos bonito cuando a Simone la alejaron de la docencia por acercarse demasiado al alumnado femenino; hoy sería más grave. Olga Kosakiewicz, su hermana Wanda, entraron así en la órbita de la pareja, formando tríos amorosos para sumar al escándalo; aquella relación inspiraría "La invitada”, 1943, su primera novela. Tras el episodio Simone se amarraría a la escritura. Todo aquello que vivía, sus amoríos contingentes que decían, la defensa de un feminismo igualitario, la teoría existencial de la libertad, sería relato también en ¨La sangre de los otros” (1944), “Los mandarines”(1954), y en un extensísimo epistolario, a buen recaudo tras la muerte de la pensadora. 


   Sartre y Beauvoir tuvieron sonados amoríos, algunos, compartidos; él llegó a pedir matrimonio a Dolores Vanetti, actriz francesa residente en Estados Unidos, allí la visitaba. En Chicago también residía Nelson Algren, escritor con el que ella mantuvo una apasionada relación. Él nunca entendió su relación con Sartre, ella, quizás, tampoco demasiado. Aún así se desvivió por él hasta el último suspiro de vida.    

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