Historia

La reina más famosa y menos conocida

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photo_camera Busto de la Reina Nefertiti.

De Nefertiti se creen conocer muchas cosas pero en realidad hay poco seguro más allá de que fue reina de Egipto y esposa de Akhenaton

 

¿Tuvo Nefertiti un papel destacado o era sólo una esposa real más? ¿Fue impulsora del culto a Aton o se limitó a seguir la voluntad de su esposo? Y sobre todo, ¿acabó desapareciendo al final del reinado de Akhenaton o se convirtió en mujer-faraón? Nada se sabe con seguridad, ni siquiera si su padre, Ay, es el visir de la corte del mismo nombre que siendo ya anciano sucedió a Tutankhamon. Ninguna certeza más allá de que fue reina de Egipto en la Dinastía XVIII (Imperio Nuevo, 1.370 a. de C.) y vivió en lo que hoy se denomina Amarna, a medio camino entre Tebas y Menfis, ciudad que en su época se llamó Ajetaton, El horizonte del Dios Sol. Fue madre de al menos cinco niñas, quizá seis, y de ellas dos fallecieron siendo pequeñas. Otras dos alcanzarían el trono, una con su padre; otra, Ankhesenamon, con su hermanastro, Tutankhamon. 


El nombre Nefertiti se traduciría en egipcio como “la bella ha llegado”, formado por el sustantivo “nefer”, muy corriente en el país del Nilo. Se cree que era de una familia noble y así llegó a desposar al faraón, con el que tuvo varias hijas, pero ningún hijo heredero. Aunque la legitimidad llegaba por las mujeres, sólo los hombres podían ser faraones como el Horus viviente. Claro que varias mujeres consiguieron el trono salvando dicho obstáculo mediante una estratagema: representarse como hombres. Lo habían hecho antes Nitocris, Nefersobek y Hatshepshut y después, entre otras, Tauseret y Cleopatra. Y quizá la propia Nefertiti. Entre Akhenaton y Tutankhamon (su hijo, con otra esposa secundaria, Kya) aparece otro rey llamado Smenkhare cuya existencia es dudosa. Muchos egiptólogos creen que no sería sino la propia Nefertiti. Se sabe que a finales de su reinado se cambio el nombre por Neferneferuaton, “La más bella en Atón”, que coincide con el nombre de coronación de Neferneferuaton Smenkhare. Si así fue, quiere decir que no sólo habría llegado a co-regente, sino que incluso habría sucedido en el trono a su esposo, al menos durante un tiempo. No hay seguridad, pero es una tesis extendida.

En ella se basa la busca de su supuesta tumba, que podría estar oculta dentro del hipogeo de Tutankhamon. La propuesta es sólida y el Gobierno egipcio ya ha dado permiso para estudiar de nuevo el sepulcro del joven rey. Si hubiera una cámara oculta, supondría un hallazgo espectacular. Un radar tratará de confirmar o desmentir si tras una pared está el sarcófago de Nefertiti, lo que daría un giro definitivo a su historia.


Porque la vida de Nefertiti acaba de repente, como si hubiera fallecido, enviada al exilio o repudiada. O se hubiera cambiado el nombre, nada extraño entre los egipcios. Su marido lo hizo: pasó de Amenhotep IV a Akhenaton cuando decidió romper con todo, incluyendo los cultos tradicionales, instalando el culto monoteísta en la nueva capital dedicada al dios único Atón. Allí se halló el famoso busto, de belleza inmortal.

Parece improbable que refleje el verdadero rostro de la reina. Más bien sería un retrato idealizado, donde las dos partes de la cara resultan perfectamente simétricas, clásico del arte pero imposible en la naturaleza. El busto ha tenido una larga historia desde su supuesto descubrimiento en un taller de Amarna y la posterior salida clandestina de Egipto, y no se descarta que sea una falsificación muy bien elaborada. Hitler sintió enorme fascinación y lo tuvo en su despacho de la Cancillería con otro supuesto objeto de poder como la lanza del siglo I del romano Longinos, una reliquia de la muerte de Jesús, probablemente falsa. 
 

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