O RIbeiro

Don Pedro y doña Ana en la Noite Meiga

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photo_camera Don Pedro y Doña Ana, rodeados de niños.
Su genealogía se remonta a las brumas del medievo emparentándolos con las dinastías castellanas, por ello su presencia se limitaba hasta ahora, a los actos más solemnes

Don Pedro y doña Ana, nuestros gigantes, son para los ribadavienses sus soberanos más queridos. Su genealogía nos remonta a las brumas del medievo emparentándolos con las dinastías castellanas, por ello su presencia se limitaba hasta ahora, a los actos más solemnes. 

A lo largo de nuestra intrahistoria sabemos de su participación, antaño, en las solemnidades del Corpus; del extraordinario recorrido por las calles de la villa, con motivo de los regocijos y diversiones (1846) que a lo largo de todo el país festejaban las bodas de Isabel II y de su hermana; también salían cuando las fiestas de San Pedro, eran las segundas en importancia tras las patronales, y la generación de esta cronista recuerda con nitidez meridiana que durante su infancia era la señorial pareja la encargada de abrir, danzando, la solemne procesión del 8 de septiembre en honor a la patrona del Ribeiro. 

Más recientemente cuando, a finales del siglo XX, Ribadavia recuperó su fiesta de la Historia, la real pareja, asumiendo su rol, preside el desfile inaugural, uno de los números más esperados de la jornada.

De este modo se mantuvieron siempre con la pompa debida a lo largo de los años, salvo un delirante episodio en el que se vieron involucrados pienso que muy a su pesar, en las fiestas del Portal de 1931. Fue el celo de un empleado municipal quien a la hora de la salida matinal, les arrebató sus coronas que fueron sustituidas por una boina proletaria en el caso de don Pedro, mientras que doña Ana cubrió su cabeza con la sencilla toca. La respuesta hilarante del vecindario, convenció al estricto ayuda de cámara que las coronas de púrpura y cartón no suponían ningún peligro para la joven II República, y aquella misma tarde con sus atributos repuestos y rodeados de sus cabezudos, entre el entusiasmo general, danzaron airosos y ajenos a las zozobras del régimen y los vaivenes de la historia.  

Así y con el consenso vecinal se cuidaron, hasta ahora, sus públicas apariciones, vinculadas exclusivamente a las solemnidades locales. Consenso que se rompió la pasada edición de la Noite Meiga, al incluirlos, disfrazados, en su desfile. Un exitoso evento que desde sus comienzos no hizo sino crecer en contenidos y por ende en asistencia de público, pero que dada la naturaleza del mismo, no tiene encaje en la agenda de nuestros reyes.

Desprovistos de su ADN, descontextualizados y relegados a meras comparsas, se vieron inmersos en una cabalgata donde no se les esperaba y nadie le brindó el protocolo debido. Desconcertados, hicieron el recorrido sin reconocer su territorio ni sus gentes, todo en un tiempo en el que las previsiones meteorológicas anunciaban lluvias que dañaron su frágil naturaleza. Craso error.  

Hoy, tras su noche triste, aun con el frío en el cuerpo y la congoja en sus entrañas, viven el más amargo de los exilios interiores, a la espera de que los ribadavienses, sus súbditos leales, ordenen su agenda, y así el calendario los devuelva a las venerables fechas en las que la gente del Ribeiro a lo largo de las generaciones, renueva sus votos de fidelidad a sus soberanos más queridos.

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