Su vida demuestra que las apariencias engañan. Un emple público es sinónimo de sosiego sociolaboral, pero en su caso sólo significa el descanso del guerrero de este ciudadano del mundo entre una aventura y la siguiente.

El funcionario al que apasiona volar

Es un espíritu libre con alma de aventurero, circunstancia que casa difícilmente con su condición de funcionario municipal, pero es una más de las singularidades que rodean a este hombre de semblante adusto y aparente despiste que, sin embargo, esconde una personalidad desbordante dotada de extraordinaria inteligencia y capacidad.
José Ramón Araújo Fernández nació en O Couto y con apenas tres años se fue a Luxemburgo, circunstancia que seguramente le marcaría de por vida y le ayudaría a sentirse más ciudadano del mundo que de patrias chicas. Allí creció feliz hasta los quince años, formándose, aprendiendo, mamando libertad y democracia y llegando a expresarse en siete idiomas.

Al regreso, sus padres montaron un bar en el que José Ramón ayudaba. 'Fue una de mis desgracias en la vida', no por hacer de camarero, sino porque 'eso siempre me permitió tener dinero y pensar que era más importante que la formación', aunque ahora echa de menos 'no haber ido a la universidad'.

Fue a la mili voluntario pensando en hacer carrera, pero no le gustó el ambiente y se volvió. Recién licenciado, cogió el bar del instituto de Carballiño, lo que le convirtió en empresario a los 21 años. Se casó y el entorno le convenció de la importancia de un empleo oficial y para toda la vida, así que ganó una oposición al concello de Ourense. Sin embargo, eso estaba lejos de colmar sus ansias, puesto que en contra de la creencia general, 'ser funcionario me empequeñecía, ante la ausencia de problemas y retos; todo estaba resuelto, cobraba a fin de mes y sin necesidad de pensar'.

La vía de escape se la ofreció el parapente, convirtiéndose en uno de los padres de esta actividad. En 1987 montó la Escuela de Parapente y convirtió el alto de O Rodicio casi en su segunda casa y con el ansia de volar recorrió buena parte del cielo de España, mientras se especializaba en fotografía aérea.

Del parapente sacó enseñanzas para la vida, como la importancia de la ayuda solidaria para echar a andar; eso sucedía justo cuando los asuntos personales habían embarrancado, sumiéndole en una dinámica negativa.

En el peor momento personal apareció Maribel, la madrileña que le sacó del lado oscuro por el que transitaba en ese momento su biografía. Unieron sus vidas e impusieron un cambio de rumbo: excedencia en el concello y marcha a Madrid para vender jabones; la evolución en el negocio les llevó a Málaga y ahí, el empresario les planteó asumir la dirección general y de ventas de una empresa de cosméticos que estaba poniendo en marcha en Marruecos.

Dicho y hecho. Metieron los efectos personales hasta llenar su Ford Focus, y rumbo a Casablanca. 'Fue una experiencia extraordinaria, porque nunca había pensado en Marruecos ni como destino turístico y, sin embargo, acabamos viviendo allí siete años. Fue una vivencia espectacular que me supuso una apertura mental impensable'.

Sobre la diferencia cultural, José Ramón relativiza. 'Cambia el idioma, pero en lo demás somos muy parecidos. Nosotros acabamos teniendo la sensación de que estábamos en casa, pero hablando otra lengua'.

Allí, como culminación de procesos laboriosos y duros, llegaron Carolina y Natalia, las dos estrellas de la casa, que poco a poco fueron introduciendo cambios en la manera de pensar de sus padres, hasta el punto de hacerse replantear la estrategia vital. 'Habíamos dedicado mucho esfuerzo y tesón al proyecto profesional en el que estábamos. Las niñas empezaban a crecer y no quería llegar a un día en que me arripintiese de no haberlas visto crecer. Y mandó parar. Vuelta a recoger las pertenencias y comenzar una nueva vida. Su mujer y él tienen ideas en la cabeza sobre qué hacer y cómo encarar el futuro profesional, pero son conscientes de que en este momento hay que aguardar tiempos mejores.

Mientras dura lo que José Ramón llama 'parada técnica', repliegue a los cuarteles de invierno, vuelta al Ayuntamiento, la bici como medio de transporte y fines de semana recorriendo la naturaleza provincial, disfrutando cada rincón y soñando con una casa para rehabilitar, para vivir y una parcela en la que poder levantar o aterrizar su equipo volador.

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