Toda ciudad se estructura a partir de la red de saneamiento, la de Ourense toma cuerpo a mediados del XIX, momento en el que se ponen en pie infraestructuras y se erradican pozos negros e insalubridad medieval

La historia escrita bajo tierra

La tradición popular imaginaba túneles y pasadizos que unían precarios mundos de fantasía medieval a los destinos de castros, castillos y catedrales.
Las leyendas siguen ahí, vaporosas pero alejadas del mínimo rigor. Ourense conserva algunos 'pasadizos' subterráneos correspondientes a obras de infraestructura de antigua factura, pero responden a necesidades prácticas. Son minas de agua, canalizaciones de captación, de saneamiento, que fruto de excavaciones arqueológicas han ido apareciendo en estos años. Una ciudad moderna crece a la par que su saneamiento y Ourense lo hizo como muchas otras ciudades a partir de mediados del siglo XIX.

Las ciudades romanas tenían su origen en una extensa red de alcantarillado; los romanos valoraban como pocos la necesidad de disponer de agua en sus asentamientos, y para ello construyeron los acueductos, memorables obras de ingeniería, pero sobre todo eran conscientes de la insalubridad provocada si no evacuaban adecuadamente aquellas aguas. Para ello crearon una extensa red de alcantarillado, que en un primer momento desaguaba en pozos negros y demostraron poca eficacia. Toda aquella ingeniería derivó en una serie de canales y galerías subterráneas que en tiempos de Tarquinio el Soberbio (520 a.C.) dio lugar a la Cloaca Máxima, espacio subterráneo y abovedado, que llegó a tener 900 metros de largo por 4,20 de alto y 3,20 de ancho. En torno a ella se fundamentaba la ciudad romana, la Cloaca Máxima para el Foro y también la red cubría el Aventino y el Palatino.


ROMA Y OURENSE

La romanización que también alcanzó la zona noroeste de España dejó marchamos de salubridad en ciudades próximas como Astorga, Braga y Lugo, las grandes fundaciones augustas de la Gallaecia, ciudades planificadas desde el principio con 'el Cardus, Decumanus y las avenidas norte-sur, este-oeste, perfectamente planificadas desde cero que empiezan por el saneamiento y se dotan por los servicios de abastecimiento'. La afirmación, de José María Eguileta, arqueólogo municipal, establece con claridad las grandes distancias con esas áreas insignes de la romanización. Ourense tiene una extensa zona de casi 10 hectáreas, la que va de la zona de As Burgas al Pompeo y el Posío, incluyendo la Praza da Magdalena y el entorno del enclave del Museo Arqueolóxico, que forma parte de esta área, pero sus vestigios se encuentran diluidos, entre otras causas porque las cimentaciones se encuentran muy próximas y rápidamente se solapan entre ellas. De las excavaciones arqueológicas que han tenido lugar en estos entornos del Casco Histórico, con un área común en la que coinciden la ciudad romana y el medievo, Eguileta no aventura en ninguna con claridad un origen romano, sino medieval en la mayoría. Tan sólo un trabajo de López Cuevillas, que aludía a un estudio de Manuel Conde, antiguo arquitecto municipal de principios del XX, atribuía un origen romano a los restos de una canalización en el entorno de la calle Cervantes.


OURENSE TERMAL

La ciudad de Ourense, dentro de las de la de influencia de la romanización, se encontraría entre las de un grado menor aún por definir. Ourense como entorno termal no necesitaba infraestructuras de acueductos ni acometidas, puesto que el agua la tenía en su entorno. 'Contaba con hipocaustos, piscinas alrededor de las captaciones termales, relacionadas con la rica cultura del agua, descubiertos en el entorno de As Burgas y el Pompeo', comental el arqueólogo.

De la ciudad medieval vislumbrada por Eguileta se puede sacar una conclusión de que era un entorno insalubre, lleno de puertas de acceso, pequeñas aduanas que restringían el paso, también la ventilación. Los pozos negros y algunas pequeñas áreas dotadas de aislados puntos de saneamiento que vertían al Barbaña era la forma de desprenderse de los indeseados residuos. Sobra decir que la peste y las enfermedades infecciosas eran fruto de aquella insalubridad, a la que a partir del XIX se comenzó a poner fin con la estructura de la actual red de saneamiento que se amplió hacia las zonas del ensanche sobre las que se iba expandiendo la ciudad. Toda la ordenanza municipal de aquel tiempo tenía especial celo en la eliminación de los pozos negros y en estructurar una red que vertía directamente al Barbaña y al Miño, hasta la construcción de la depuradora en el entorno de Reza en 1993. Las propias recomendaciones finiseculares insistían en líneas de evacuación construidas a la máxima profundidad posible conectadas a los sótanos de las casas, lo más alejadas del entorno urbano, hacia zonas caudalosas y alejadas de los ríos, y si era un entorno marítimo, nunca destinarlos en dársenas ni puertos.

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