Es de esa gente a la que la profesión paterna lllevó de la Ceca a la Meca. Pese a haber nacido en Valladolid, 44 años de intensa trayectoria profesional, social y deportiva, le hicieron tan ourensano como el Paseo.

La huella de un veterano luchador

Nació en Olmedo (Valladolid) porque su padre estaba allí destinado como secretario municipal. Al año, la familia se fue a Lozoya y más tarde a Madrid. A los diez años ingresó interno en el colegio Santiago Apóstol de Madrid, hasta los catorce; luego siguió como externo.
Guarda 'extraordinarios recuerdos' del centro, que influirían en su vida 'por el ambiente de libertad' y el fomento de la actividad deportiva. El alma mater era Jaime Lazcano, un médico que había sido futbolista profesional y volcado con el deporte, hasta el punto de crear una fundación con magníficas instalaciones deportivas de uso público. Ahí empezó a jugar al fútbol el pequeño Liceras, que enseguida apuntó maneras, hasta el punto de estar incardinado en los juveniles del Atlético de Madrid. 'Fui seleccionado para jugar un partido contra Inglaterra, pero no pude ir porque mi padre se opuso, alegando que tenía que estudiar'.

Cursó Medicina en la Complutense e hizo ginecología. Fue alumno de profesionales tan destacados como 'Botella Busiá, Jiménez Díaz, Laín Entralgo o Fernando de Castro, el más joven de los discípulos directos de Ramón y Cajal'. Finalizada la carrera, escogió como destino una vacante de adjunto en la Residencia Sanitaria, inaugurada un par de meses antes. Era el 1 de agosto de 1969; después pasaría a titular y en 1976 lograría la jefatura de sección. Al fallecimiento de José Luis Relova, le sucedería en la jefatura de servicio de ginecología del Santa María Nai, que ocuparía durante cuatro años, hasta la integración en el Cristal-Piñor. Hoy, con una dilatada y fecunda trayectoria a sus espaldas, sostiene que 'los mayores avances se han dado en diagnóstico prenatal y en el campo de la oncología', disciplina en la que ocupó la jefatura de sección.

Tras su llegada a Ourense inicia una intensa actividad social en favor de la liberación femenina: 'Éramos los únicos que recetábamos anticonceptivos y que enviábamos a las mujeres con embarazos no deseados -con posibles-, a Inglaterra, donde abortaban con el doctor Rutther'. En 1971 se afilia al PCE de la mano de Peña Rey y Márquez, compartiendo militancia y andanzas con Augusto Valencia, Santiago Lamas, Enrique Conde, Luis Borrajo, Gómez del Valle o Gonzalo Iglesias, entre otros.

En la política sintió que ponía su grano de arena 'en la lucha por cosas importantes que estaban por venir', aunque le procurase algunos disgustos, como 'una charla que fuimos a dar a Barrocás, por la que el gobernador civil, Regalado Aznar, nos impuso 100.000 pesetas de multa (cuatro veces el sueldo de médico). La pagamos subastando cuadros de Xaime (Quessada)', a quien le uniría profunda amistad hasta la muerte del pintor.

En una de esas charlas y conferencias multitudinarias, habló del aborto en el Ateneo, atrevimiento por el que el obispo le amenazó con la excomunión. Como muchos compañeros de militancia, con el ocaso del comunismo en los primeros ochenta, entró en el PSOE, con el que fue delegado provincial de Cultura 'durante cuatro meses, por petición expresa del conselleiro, Alfredo Conde, mi amigo'.

Asume la evolución, pero 'sin olvidar los orígenes', de los que se siente orgulloso, al punto de que, como dijo Beiras, 'aunque muera mañana, mereció la pena'.

Paralelamente, mantuvo una intensa actividad deportiva como ciclista y como dirigente. 'Empecé a salir en bicicleta con Raúl Rey y Manolo Miguélez, entre otros'-Dirigió el Club Ciclista Ourensano y de ahí fue saltando a la presidencia de la Federación Gallega de Ciclismo y a la vicepresidencia de la Española, en la que ocupó la presidencia de la Comisión Antidopaje, pero entonces 'la UCI tenía escaso interés en los casos de positivos que detectábamos. Lo que aparece ahora ya pasaba entonces, aunque equipos como el de la Once, que lideraba Manolo Sáinz, tenían dinero para taparlo todo'. Lo dejó al modo de Estanislao Figueras, presidente de la Primera República, cuando después de decir francamente, estoy hasta los cojones de todos nosotros, dimitió y tomó el tren que le llevó al exilio en París.

Ahora atiende su consulta, pasea y anda en bicicleta ('casi tres mil kilómetros en cuatro meses').

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