EN LA CIUDAD

Ocho maneras de salvar el Miño

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De Oira hasta Outariz el Miño palpita como un ser vivo. A pesar de las hidroeléctricas, que lo amansaron y restaron biodiversidad y riqueza, su caudal guarda parte de su fiereza y de cuando en vez nos sorprende. 

Hasta principios del pasado siglo tan sólo existía una manera de superar el Miño, un río caudaloso, aunque también irregular, capaz de sorprendernos de manera majestuosa durante los inviernos, para al llegar el verano, transitar casi a pie en algunos de sus tramos. A Ponte Romana o Maior, durante años representó, a modo de elocuente metáfora, aquel aislamiento que nos sometía en el acceso a la Meseta.

Puente de origen romano, y medieval en esencia, es el símbolo de la ciudad. A pesar de su fisonomía, modificada a lo largo de los siglos, mantiene referentes primigenios, y una grandiosidad en su arcada central que nos hace casi ser copartícipes de su grandeza. Uno que lo recuerda a merced del tráfico rodado -aún conserva un mojón en su arranque pontino-, con razón podemos dar gracias y sentir alivio por su resistencia.

El Puente Nuevo es otra joya, discreta por su disposición servil, pero meritoria. Una pieza de corte modernista en piedra y hierro bien compensados. Las nuevas construcciones lo afean y lo menguan, pero él resiste. Se inauguró en 1918, para unir la ciudad con el enlace ferroviario y aliviar el Puente Romano.

El viaducto del ferrocarril, en hormigón, tres arcos y majestuosa envergadura sobre el Miño, resta mucho protagonismo al Puente Nuevo. Se inauguró en 1957, con la entrada en servicio de la línea férrea Puebla de Sanabria-Ourense, suprimida de funcionamiento el año pasado.

De 1971, es el Ribeiriño. Discreto y funcional, pero el verdadero aliviadero del tráfico. La modernidad llegó a la ciudad con el del Milenio, de 2001. Fruto de su tiempo, con un alarde constructivo pretencioso, destacan sus tirantes y el enlace con la pasarela peatonal a distintas alturas que lo rodea.

De las pasarelas, reciente, la de Oira, de 2011, sin iluminación pero de gran nivel constructivo. La de Outariz, de 2004, destaca por ubicación y trazado. La del Ponte Vella (O Vao), funcional, entre dos puentes símbolo para la ciudad. El Miño, que lo ha visto todo en ambas orillas, al anochecer recupera formas, él también se mira.

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