Más de 3.500 afectados a causa del camión que ardió en la A-52

La Dirección General de Tráfico cifró ayer en 3.500 los vehículos afectados entre el domingo y ayer por el incendio del camión cargado con chocolate en la A-52 a su paso por Lubián (Zamora). Los pasajeros estuvieron colapsados entre tres y seis horas a lo largo de tres kilómetros, sin comida y con el agua que repartieron los voluntarios de Protección Civil de Verín a algunos perjudicados. Ayer, tras más de 30 horas cortada, se reactivó la circulación normal por la autovía. Y es que desde las 6,45 horas del domingo, cuando se prendió el tráiler en Lubián, la Guardia Civil tuvo que cortar la circulación en sentido Zamora. Desde ese momento, los agentes de Tráfico en colaboración con operarios de mantenimiento de la vía, forzaron un desvío alternativo a la altura de Vilavella-A Mezquita, canalizando la circulación por la N-525. Además del incendio, la jornada se vio dificultada por las obras de reparación del viaducto Hermisende-Zamora, donde los dos sentidos de circulación discurren por la misma calzada. Según explicó ayer la Guardia Civil, desde las 16,30 horas, los componentes de tráfico tuvieron que embolsar (derivar vehículos pesados hacia un área concreta) a los transportes de mercancía que circulaban en sentido Zamora, siguiendo el mismo protocolo que cuando hay nevadas. De esta forma, lograron disminuir la retención. Según sus estimaciones, cada camión retenido equivale a cuatro turismos. Al tiempo, el incendio en el vehículo se reactivaba dadas las altas temperaturas y la autovía volvía a cortarse. Más tarde, sobre las 19,00 horas, se formaron convoyes con los camiones embolsados que se dirigían a Lugo, León, Palencia o Burgos para desviarlos por la OU-533, a la altura de A Gudiña. Tras ello, les indicaban el enlace con la N-120, en A Rúa. Ya a las 21,10 horas, el Centro Operativo de Servicio de la Guardia Civil de Zamora, comenzó a dirigir el restablecimiento de la circulación por la A-52, en sentido Benavente. Una pesadilla Algunos de los usuarios atrapados definieron su estancia como “el atasco del pánico”. Sin información en paneles o a través de los agentes, los conductores tomaron sus propias medidas. Algunos salieron a pasear al perro en medio de las filas de coches parados, otros a estirar las piernas y muchos trataron de informarse de lo que ocurría con los conductores de delante y detrás. Una de las principales demandas de los usuarios fue que la DGT no hubiese informado con anticipación, dado que muchos se introdujeron en “la jaula” cuando ya se habían producido los cortes y las retenciones.