Solemnemente y con mucha dignidad, los vecinos de Barbadás fueron desfilando por la calles, mostrando su tristeza.
Después del animado y colorista desfile que el martes recorrió las calles de Barbadás, ayer fue el turno para el otro lado de la moneda: la del desfile oscuro y triste. Y es que tocaba poner fin a los días de desenfreno, de creatividad y de jugar a ser quien no se es y adivinar quienes son los demás.
El Entroido, Don Carnal, se ha tenido que ir y no volverá antes de que pase un año. En su lugar ha llegado una severa y fría Doña Cuaresma que no permitirá ni el más mínimo desmadres, ni la más leve ligereza de espíritu.
El entierro de la sardina, en esta ocasión un meco con mucho mensaje contra la violencia de género, se llenó de lutos, de velos, de lágrimas desbordadas, de llantos y gemidos que se dejaron oir por toda la localidad. El desconsuelo era inmenso y nadie intentaba disimular ese gran dolor que supuso la despedida de la fiesta.
Solemnemente y con mucha dignidad, los vecinos de Barbadás fueron desfilando por la calles, mostrando su tristeza. Las autoridades también estuvieron presentes para controlar la situación y evitar que nadie se descontrolara en un día como el de ayer.
Hoy toca volver a las rutinas cotidianas, cueste lo que cueste, recuperarse tanto física como mentalmente. Pelucas, máscaras, disfraces, todo vuelve a guardarse a la espera de que el próximo año continúe la gran fiesta.
