Entomofagia: los insectos como fuente de alimentación

Insectos.
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En una reunión en los tiempos en los que no teníamos que medir las distancias, me ocupé de realizar parte de la comida para un sinfín de amigos y familiares. El tema gastronómico estaba claro, churrasco y algo más. A mi todo lo que sea quemar maderas y cocinar carnes es algo que no me cuesta mucho decir que sí. 

La compra genérica la realicé en un hipermercado en las afueras de la ciudad, por encontrar todo lo necesario, a buen precio (que no calidad). Mientras realizaba la compra, pude ver en una de las estanterías 3 o 4 referencias de lo que parecían una serie de artrópodos, para el consumo humano occidental. Pongo occidental, porque en ciertos países asiáticos, latinoamericanos y africanos, serían unos manjares incluidos en la dieta habitual de los comensales. 

Había grillos con sabor a barbacoa, saltamontes con cebolla y alguna fusión de la nouvelle cuisine insectívora. Mis instintos y mi curiosidad me llevaron a comprar varias referencias para hacer una cata general en la reunión. No me acuerdo exactamente cuántos éramos, pero supongamos que 30, de los cuales a 25 les faltó poco para hacerme la peineta cuando les ofrecí los manjares articulados. 

Aunque nunca nos lo hemos planteado, el hecho de que rechacemos degustar insectos es un tema simplemente cultural, ya que son una fuente de alimentación como otra cualquiera. Hoy os voy a hablar de la entomofagia (del griego “comer insectos).

Es muy posible que los insectos formaran parte de la dieta alimenticia humana desde hace miles de años, mucho antes de que se desarrollaran las herramientas para la caza y la agricultura. Hay evidencias de coprolitos humanos (heces fosilizadas), que al analizarlos se encontraron hormigas, larvas de cucaracha y termitas.

En china es habitual y cultural comer libélulas, saltamontes, alacranes y arañas. En México, los chapulines, alacranes, ahuautles, los chauis o los gusanos de maguey son auténticos manjares. En África, los gusanos y las langostas son una fuente muy importante de proteína. En la Europa reciente y Oriente Medio, los casos de entomofagia sistémica se debían a hambrunas o catástrofes, por lo que no eran habituales. Se consideraba una alimentación tabú y los insectos se consideraban males de las cosechas. Aun así, existen diferentes ingredientes en distintos países en los que se utilizan insectos para su consumo. En marruecos, se dice que uno de los posibles ingredientes utilizados en la mezcla de Ras el Hanout (lo mejor de la tienda), es un insecto llamado Lytta vesicatoria. En Italia, y más precisamente en Cerdeña, existe un queso llamado Casu Marzu (queso podrido), que se sirve infestado de larvas de mosca vivas y que está prohibida su venta (no su fabricación) por la Unión Europea e incluso por la misma Italia…

A alguno ya le estará dando un “parrús” al leer las delicatesen que se sirven por el mundo adelante, y ni en broma haría el esfuerzo de probar alguno de estos ingredientes, pero tengo que deciros que todos practicamos la entomofagia no intencionada. No me refiero a la mosca que te entró en la boca mientras gritabas libertad mientras ibas en la bicicleta o en la punta del catamarán yendo a las Cíes…si no que hay un consumo accidental debido a la imposibilidad de eliminar totalmente las pestes de insectos en la cadena de alimentación. La mayoría de las leyes alimentarias no prohíben la presencia de insectos o partes de insectos en la comida (hosteleros, ya tenéis argumento para la mosca en la sopa…), y puede haber trazas de insectos y sus huevos o larvas en diferentes alimentos procesados, sin que ello suponga un problema para nuestra salud. En los maíces enlatados, melocotones en almíbar, chocolate o mantequilla de cacahuete, en todo tipo de harinas, hortalizas congeladas o frescas o especias como el orégano o la canela.

La situación anterior, aun le da un plus de nutrientes a los alimentos, pues los insectos son una maravilla a todos lo niveles. Son ricos en proteínas, grasas (poliinsaturadas, omega 3, 6 y 9), micronutrientes como hierro, calcio, magnesio, fosforo, manganeso, selenio y zinc, aportando buenas cantidades de fibra. Además, sus proteínas son de alta calidad con comparación con el pescado y la carne. 

Los insectos son, por norma general, cremosos, de sabor intenso y delicioso y algo salados. Si se asan son crujientes y si se guisan adquieren el sabor del condimento. Para algunos “gourmets” son sabrosísimos y su degustación es una experiencia única. Por ejemplo, se dice que las hormigas arrieras tienen un sabor avinagrado; las hormigas de la miel, hormigas culonas, hormigas limón, piojos, cigarras y termitas tienen sabor a lechuga; las arañas sabor a patata y lechuga, y las moscas, larvas de mosca, saltamontes sabor a papel, escorpiones, gusanos varios, orugas, abejas, avispas, cucarachas y grillos sabor a pollo, tarántulas (sabor a salmón), lombrices de tierra, escarabajos, gusanos de seda, langostas, insecto palo, chinches acuáticos, libélulas y polillas tienen sabor a queso. 

Por mi experiencia en la entomofagia, que es poca, puedo decir que los grillos sabor barbacoa, al igual que los saltamontes fritos, me gustaron bastante. Lo importante es que abramos las mentes a nuevas experiencias culinarias que harán de nuestra alimentación algo más divertido, y saludable. 

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