En el Festival Mulafest, 74 artistas exhibieron su talento en el arte 'de la sangre y las lágrimas'

Capilla Sixtina, flores y ojos, las nuevas 'joyas' del tatuaje

Un tatuaje era antes sinónimo de 'macarra' o 'delincuente', pero ahora es 'un arte rico y complejo' cada vez más demandado por 'todo el mundo', como mostraron en el Festival Mulafest algunos de los mejores diseñadores de esas 'pinacotecas' andantes, capaces de llevar en su espalda la Capilla Sixtina.
Venidos de sitios tan exóticos como Moorea (Polinesia), pero también de México, Argentina y Francia y, sobre todo, de España, 74 artistas exhibieron su talento en el arte 'de la sangre y las lágrimas', con dibujos tan elaborados como los de Miguel Ángel, la cara de Dalí o la Torre Eiffel, pero también muchos ojos, flores, calaveras y retratos de 'amadas'.

La industria del tatuaje capea el temporal pese a la crisis, y prueba de ello fueron las colas ante los puestos de tatuadores instalados en el festival de cultura urbano abierto en el Ifema, con artistas tan reputados como Samu, Otto, Anna, Frank Barber, Josu, Juanpe, Laura Juan, Javier Pérez o el 'deseado' polinesio Chime, experto en las líneas maoríes, tan de moda.


COMPARAR ESTILOS Y PRECIOS

Un 'tattoo', como ellos dicen, a una sola tinta y de pequeño tamaño puede costar entre 40 y 100 euros, y uno grande y complejo, que requiera varios colores, degradados y sesiones, como muchos de los que sus usuarios 'exhibían' este Mulafest en pantorrillas y brazos, puede alcanzar fácilmente las cuatro cifras. Por eso, por la posibilidad de confrontar la oferta y ver las últimas tendencias, es por lo que ferias como Mulafest son 'necesarias': 'puedes comparar estilos y precios y eso nunca se había hecho antes', argumentó Verónica, devota de los tatuajes de 22 años.

Las agujas y rodillos de inyección de tinta de las máquinas de tatuar, localizadas en un pabellón al lado de la exhibición de motos de gran cilindrada y las rampas para las bicicletas y los 'skate', no pararon en Mulafest y los profesionales tenían citas concertadas desde hace meses, en especial para tatuajes complejos o sesiones largas.

El valenciano Samu, de V Tattoo, explicó que en cada día de Mulafest, inaugurado el pasado miércoles, tenían programado en su estudio sesiones 'de más o menos cinco horas'. 'Antes se pensaba que un tatuaje era sinónimo de macarra, delincuente o ex-convicto', reconoció Pablo, arquitecto de profesión, pero, ahora, 'las cosas cambiaron'. 'Mírame: yo ya llevo dos, ¡y vine buscando el próximo!', se ríe.

Pero no sólo evolucionó la visión de la sociedad sobre el tatuaje sino los diseños sobre la piel con gente capaz de hacer la Capilla Sixtina en la espalda, como el madrileño Juanpe, de Juanpe Tattoo, o la Piedad en una mano, como Juan Sánchez, de Mao & Cathy Madrid. También hay espacio para el arrepentimiento, como el que ocupa Javier, un ingeniero que inventó un láser para borrar tatuajes, 'Laserlight', que 'microfragmenta' la pintura para que el cuerpo la elimine.

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