María Rodríguez, la dulce melodía del violín

Entrevista con la violinista María Rodríguez

Pese a su juventud, María Rodríguez puede estar orgullosa de su trayectoria musical siempre vinculada al violín. Un instrumento que forma parte de su vida, de su energía, de su tranquilidad. María es una joven que siempre tuvo claro que su futuro pasaba por la música. Un futuro por el que ha luchado, no solo haciendo valer su talento, si no también con mucho esfuerzo, trabajo y dedicación, pero manteniendo siempre los pies en la tierra, con la humildad por bandera. Ahora reside en Ámsterdam, pero su próximo recital será en su tierra, en casa, en el Local Social de Toén el día 4 de enero a las 20,30 horas

¿Cómo llegaste a la música clásica y, concretamente, al violín?

Desde niña, en mi casa, mi madre coleccionaba cd’s de grandes compositores, además de música de cantautor. Ella tocaba la guitarra, pero no pudo finalizar su formación, así que supongo que, de alguna manera quiso inculcarme su amor por la música y que yo sí pudiese desarrollar todo mi potencial. Supongo que ese fue mi primer acercamiento. Así que, con siete años, entré en el conservatorio. A la hora de elegir un instrumento… ¡yo quería tocarlos todos! (risas). Pero mis padres pensaron que el violín era el que mejor se adecuaba a mí. Así que, fue casualidad que empezase con el violín, pero siempre me gustó y para nada me arrepentí de esa elección. 

Se puede decir que siempre tuvo claro que era la música lo que marcaría su futuro.

Totalmente. Lo que también es una suerte porque no a todo el mundo le pasa. Recuerdo que cada año me preguntaban en casa si quería seguir tocando el violín y yo nunca lo dudaba. Además, tuve la suerte de tener en mis inicios como profesora a Raquel Carrera que me supo transmitir todo el entusiasmo y las ganas de seguir esforzándome cada día para mejorar. Incluso tengo una anécdota de que con ocho años pregunté cuántos años me faltaban para ser una profesional. La profesora me dijo 10 años. Y yo le respondí “no, no, para tener la carrera completa”. Imagínate si lo tenía claro. Por otra parte, en el instituto fui algo desastre. Todas las asignaturas se me atragantaban. Y ahí es cuando me di cuenta de que yo donde era feliz era en el conservatorio. Así que mi futuro tenía que pasar por la música. Y así, casi sin darme cuenta, fueron pasando los años.

María con su inseparable violín.
María con su inseparable violín.

No pasaron tantos años, pero sí que puede estar muy orgullosa de sus logros en ellos. 

¡Lo estoy, lo estoy! Con 10 años empecé a formar parte de la Orquesta de niños de la Sinfónica de Galicia. Ahí me di cuenta de que lo que quería era tocar en orquesta. Así que al terminar el profesional en el 2019, hice pruebas de acceso para la Universidad de las Artes de Utrecht, en los Países Bajos. Fui admitida y allí estuve cuatro años hasta mi graduación en el pasado mes de junio. Allí estudié la Licenciatura y obtuve mi diploma. 
Ahora estoy haciendo el Máster de Interpretación. Para ello hice las pruebas de acceso al conservatorio de Amsterdam, y es donde estoy actualmente. Estoy en el primer curso y me quedaría un año más. 

Su calidad interpretativa ha hecho de que también esté tocando ya con una orquesta referente internacionalmente. 

Me presenté y gané una plaza como academista, lo que significa que durante un año en la Orquesta Filarmónica de los Países Bajos estoy con un contrato de trabajo hasta junio, que será cuando termine el año académico. También estoy en la orquesta Gustav Mahler Jugendorchester y todos los años tengo que examinarme para poder estar en ella. 

¿Qué diría que ha cambiado en su crecimiento y emociones entre su primer concierto y el último?

El primer concierto se remonta a casi más de 15 años. Era una niña. Y en el cerebro de un niño, además de que no nos enseñan a esa edad a enfrentarnos a algo así, uno no tiene el desarrollo mental como para pensar hay gente que me va a ver, que me va a juzgar. Esos miedos un niño inocente no los tiene. Irónicamente, lo pasaba mejor cuando todavía no era consciente de lo que era subirse a un escenario. Era una niña feliz porque iba a tocar el violín que era lo que más me gustaba. Ahora siempre te viene a la mente que puedes fallar, o lo que van a decir o pensar… y eso que yo intento volver a esa inocencia y volver a lo básico: “yo voy a tocar al violín”. Con todo, sí que noto que poco a poco me voy relajando, controlando los nervios y lo disfruto más. 

Todo esto es fruto del esfuerzo y el trabajo constante. Usted es muy joven aún, pero ¿cree que en la actualidad una gran parte de la juventud no se esfuerza lo suficiente?

En mi gremio veo mucha, mucha juventud que se esfuerza. Entiendo que eso depende del círculo en el que te muevas. Pero te digo una cosa, todo se consigue a base de esfuerzo. No basta con el talento. Y yo lo sé muy bien porque soy una persona que desde pequeña tuve mucha facilidad para la música, pero eso no me llevó a ningún sitio. O me llevó hasta un punto. Pero al llegar a ese punto, alguien muy sabio me dijo “mira, hasta aquí has llegado. Ahora es sudor y lágrimas”. Yo sé que hay mucha gente que quiere vivir de ese talento o facilidad. O gente que no encuentra ese talento, lo que buscan. Pero para ambas cosas es necesario salir de casa, del espacio de confort y luchar por tus sueños.

Tocando en la orquesta.
Tocando en la orquesta.

¿Qué es para usted el violín?

Es mi tótem. Como una relación padre–hijo o sentimental. Con sus altos y bajos. Pero siempre está ahí. Yo he tenido momentos en mi vida de querer tirarlo por la ventana, pero siempre me acabo reconciliando con él. Es mi hogar y va conmigo a todas partes. Es el mismo violín y la misma música, pero es mi terapia. Mi energía para levantarme. Y espero que no quede muy romántico… (risas).

Es consciente de que en la música actual cada vez está más de moda las conjunciones de músicas. Personalmente, ¿tiene interés en fusionar su violín con otros estilos?

Soy muy partidaria de ello. Me parece de una gran riqueza fusionar la música clásica con el flamenco o con la música tradicional gallega. Y lo practico de forma paralela a mis estudios más clásicos. Hace un par de años tuve un cuarteto de cuerda, Aberria Quartet, con unos compañeros y hacíamos todo música folclórica. Éramos una violinista búlgara, una holandesa, un chelista granadino, y yo, gallega. Y, en la actualidad, también tengo un dúo Dadgad de violín y guitarra, que él es argentino y hacemos fusión de música celta con latinoamericana. Yo me siento muy de aquí, de esta tierra, y hago lo que puedo para llevarlo al mayor número de gente posible. 

¿Qué efectos positivos cree que tiene la música en la enseñanza?

Está claro que la música proporciona muchas ventajas a los niños. Ya no por la disciplina que requiere, que es algo que te marca de por vida y tu futuro. Te ayuda a organizarte, a tener objetivos, a trabajar duro para sentirte satisfecho con uno mismo. Eso es algo que muchos niños no pueden tener si no es por la música. O el deporte. Por eso es tan esencial. En cuanto al desarrollo del cerebro, lo tengo que decir, los niños que íbamos al conservatorio, o a una escuela de música, siempre nos decían que éramos más “avispados”, que de algún modo teníamos más facilidad de aprendizaje. Siempre nos lo decían. Luego, según creces, se va igualando. Pero de niños, hay mucha diferencia. Y, como oyentes, si escuchas mucha música clásica, ayuda a todo. 

El mejor consejo que me dieron y que daría es la humildad. Y, por supuesto, esforzarse y salir de la zona de confort”

¿Cuál diría que ha sido el mejor consejo que le han dado? ¿Cuál daría usted?

El mejor consejo que me han dado es la humildad. Y me lo dijeron desde muy pequeña. En un momento que igual yo estaba algo “alterada”. Me frenaron con un “aquí todos venimos y vamos al mismo sitio. Nadie es más que nadie”. Y es totalmente cierto. Con la humildad vas al fin del mundo. Haciendo bien lo que haces y siendo humilde, todos te van a querer en su escuela, en su orquesta… Así que yo también daría ese mismo consejo. 
Otro que daría es que en los momentos en que piensas que nada puede ir a peor, ahí es cuando tienes que mirar a tu alrededor y aprender. Decirte: ahora estoy totalmente fuera de mi zona de confort, estoy incómoda ¿qué me puede aportar esto? Y si sabes salir de ahí, aprendiendo, das un salto, sales adelante y ya nada te va a frenar. La vida son altos y bajos. A mí me ha pasado y me pregunto que porqué no hago algo más fácil. Pero, ¿ese algo más fácil me hace feliz?

¿Qué retos tiene para este 2024?

A muy corto plazo, tengo un concierto en Toén el día 4 (risas). Es tocar ante mis vecinos y familia y eso supone un extra de emoción. Ya para el año, mi principal reto es pasar el examen de junio que nos evalúa para pasar al siguiente nivel. Tengo que preparar un recital con una programación de una hora, y mi empeño es estar a la altura y superar las expectativas que yo tengo. No solo superar el examen, sino estar orgullosa de un trabajo bien hecho.
Y ya, de cara el siguiente curso, me gustaría empezar a hacer pruebas en orquestas profesionales, y si no puedo quedar con una plaza, que es muy difícil, poder quedar al menos en una bolsa de trabajo para poder ir entrando poco a poco en el mundo laboral.

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