Opinión

La sombra de Putin empuja a Finlandia a ingresar en la OTAN

La brutal guerra derivada de la invasión de Ucrania por la Rusia de Putin ha provocado una auténtica revolución en el pensamiento de los finlandeses. De ser el país más feliz del mundo, pacífico y pacifista por excelencia, según el sondeo del instituto Taloustkimus, ha pasado a ser un país asustado y preocupado, temiendo por su seguridad. El imaginario colectivo finés descartaba la posibilidad de una invasión de su país por parte de Rusia, pero viendo cómo se las gasta Putin en Ucrania, ahora la temen. Muy pocos creían en la expansión de Rusia hacia el exterior de sus fronteras, la mayoría de los politólogos defendía que lo único que buscaba Putin era frenar la expansión de la OTAN hacia los países de su entorno. Los fineses no querían hablar, ni oír hablar de la OTAN, ahora es el gran tema de conversación. Según el último sondeo de hace una semana, el 62% de los finlandeses son partidarios de integrarse en la defensa Atlántica y solo un 16% está en contra. Siguen atentamente los sanguinarios procesos de la guerra a través de los medios nacionales de comunicación. El principal periódico filandés, Helsing Sanomat, hace un seguimiento de la guerra en Ucrania publicando varias páginas en ruso para la numerosa comunidad rusófona, lo mismo ocurre con otros medios en distintos formatos, al contrario de lo que ocurre con los rusos, que están bien informados de la devastación de Ucrania por las tropas rusas a través de sus enviados especiales.

Vivían en una confortable y feliz neutralidad, pescando en sus mil lagos, recorriendo sus bosques interminables, sudando en sus 2.500 saunas y disfrutando de los alimentos terrenales sin apenas tabúes ni prejuicios y ahora, de pronto, los espejos de la historia le han puesto frente a una descarnada posibilidad de convertirse en sangrientas víctimas de su vecina Rusia. De ahí su prisa, por ingresar en la OTAN, antes de que sea demasiado tarde. Sus cinco millones y medio de habitantes serían incapaces de resistir la primera oleada de una invasión. En los últimos tres siglos, la historia de Finlandia estuvo muy ligada a la de Rusia. Y ahora Rusia es, más que nunca, una siniestra pesadilla. La primera ministra, la jovencísima Sanna Marin (36 años) ha enviado un amplio estudio sobre la seguridad del país en el nuevo mapa de la geopolítica mundial. En el siglo XIX, la Rusia de los zares la reconoció como Gran Ducado de Finlandia, en la revolución de octubre del siglo pasado le concedió la independencia y a lo largo de ese siglo la invadió en dos ocasiones. Durante los temerosos años de la guerra fría, Finlandia mantuvo una exquisita y distante neutralidad. Ahora la primera ministra, Sanna Marin, rompe ese letargo neutralista enviando al fragmentado parlamento finés un estudio para reflexionar y debatir sobre lo que llaman la “opción OTAN” lo que significa abandonar el tradicional y neutral pacifismo para alinearse en la estructura de la Defensa Atlántica, liderada por los Estados Unidos y que encuadra la seguridad del conocido como mundo Occidental. Los debates prometen ser muy vivos ya que la primera ministra, Sanna Marin, socialdemócrata, encabeza un gobierno formado por una coalición de cinco partidos. El estudio, en manos de los parlamentarios analiza la seguridad desde diferentes aspectos, pero sin dar una respuesta concreta, por eso digo que el debate promete ser vivo y apasionante. Cuando los próximos días discutan ese estudio, los parlamentarios tendrán una encuesta apabullante, en la que una confortable mayoría opta por integrarse bajo la sombrilla de los aviones de la OTAN. A principios de este siglo, solo una minoría apostaba por esa opción. Incluso, formaciones de izquierdas como los verdes, viendo lo que está sucediendo en Ucrania, no dudan en proclamar que “los países son libres de integrarse en las alianzas militares que consideren más próximas y eficaces en la defensa de sus intereses”. Por eso matizan que “por lo tanto Rusia tiene que hacer planos militares adaptándolos a las circunstancias reales de sus vecinos, aunque suponga un aumento de su gasto militar”. Es la realpolitik. Finlandia tiene una frontera de 1. 300 kilómetros con Rusia, a lo largo de esa enorme geografía fronteriza hay nueve pasos oficiales e innumerables pasos consentidos donde se mezclan habitantes de los dos países. Mucho contacto personal, ocurre lo que pasa en las fronteras de España Y Portugal. La ciudad de  San Petersburgo y la de Helsinki están unidas por un tren de alta velocidad que curiosamente lleva el nombre de Allegro y que a lo largo de estas semanas de guerra ha circulado repleto de ciudadanos rusos, muchos de ellos artistas e intelectuales,  que buscaban aires menos represivos que los de la Rusia de Putin.

 Dada la fragmentación del Parlamento, con minorías radicales por la izquierda y por la derecha, las tensiones se proyectarán a todos los ámbitos nacionales e incluso las discusiones alterarán el sudoroso calor de las saunas. Uno de los espacios más sacrosantos del país. Desde el Kremlin siguen con apasionante interés el debate que se desarrolla en Helsinki y también del que, paralelamente tiene lugar, en términos parecidos, en Suecia. Desde el Kremlin, Putin y sus acólitos han lanzado advertencias contra los movimientos atlantistas de Estocolmo y Helsinki. Les advierten de que sus decisiones tendrán consecuencias.  Sospechas de cuáles podrían ser las consecuencias, Rusia probó el pasado miércoles un tremebundo misil que puede alcanzar objetivos situados a 12.000 kilómetros y transportar seis ojivas nucleares. Le bautizaron con el mote de Satán. Putin es un nihilista, pero su desprecio por la vida humana ¿puede llegar a desatar una guerra nuclear? Un planteamiento inquietante. Durante la guerra fría, el conocido como el equilibrio del terror, preservó la paz varias décadas ¿tendrá ahora los mismos efectos? William Burns, director de la CIA admitió públicamente que dados los reveses militares que está obteniendo en Ucrania, la desesperación causada por el patente fracaso podría llevarle a una escalada atómica, a sabiendas de la destrucción del mundo en que vivimos. 

Putin, alentado por el patriarca de Moscú, Kirill, tiene una visión mística de Rusia: “No le importa que el mundo desaparezca si Rusia no está en él”.

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