Opinión

Lo del PSdeG es de libro

Hace una semana que Valentín González Formoso se descartó como candidato para dirigir el PSdeG-PSOE o lo que de él esté quedando. El titular que daba cuenta de tal decisión era "Formoso se descarta y abre las quinielas" como si dirigir el partido que González Laxe condujo, ah, qué tiempos, a su techo electoral más alto fuese precisamente una lotería en vez de ser lo que en realidad es: un deporte de alto riesgo.

Valentín González Formoso es, amén de alcalde de As Pontes, presidente de la Diputación coruñesa; pero, sobre todo, debe ser alguien inteligente, prudente y cauto, que se entendió bien con Paco Vázquez, no se entendió mal, ni mucho menos, con Besteiro y alguna amigable charla debió tener con Caballero, don Abel, alcalde vigués de la nada serenísima orden del susanato andalusí, lo que no está nada mal. Eso afirma el reportaje este de las quinielas o de las loterías, concluyendo que amén de encantado con la vieja guardia felipista Formoso es ahora un fanboy (qué palabra) de Pedro Sánchez. Breogán se lo tenga en cuenta y lo haga ocupar la secretaría general a la que afirma descartarse.

Lo del PSdeG-PSOE es de libro. Quizá acabe siendo estudiado en las universidades extranjeras como ya sucedió con el modo de proceder de Amancio Ortega, ese señor que dona trescientos millones de euros y genera una polémica tan reprobable como inútil, tan pobre como inoportuna. Cuando Fernándo G. Laxe era presidente del Gobierno de Galicia, el Gran Visir Isnotgood psocialista de entonces quiso ser califa en lugar del califa e intentó su desalojo. No lo consiguió, claro, pero intentar lo intentó. Cuando el presidente fue Touriño, otro socialista, encerrado que estuvo en Monte Pío como el Patriarca que ignoraba estar entrando ya en el Otoño que le estaban preparando, los gritos se oían en la taberna a la que su sucesor acudiría a echar unas manos de tute subastado con los parroquianos del lugar. Quizá se lo preparó él o quizá quien lo hizo fue el Petete del Libro Gordo del Idem, vayan ustedes a saber. Yo no estaba allí y no puedo certificar nada en este caso.

Habrá que dejar en paz a los muertos, si es que los muertos pueden y deben descansar, pero acaso el mal que de siempre arrastra el PSOE gallego sea el derivado de una falta de incrustación en la realidad gallega. Quizá sea bueno recordar que, cuando "la movida" del Estatuto que nos quisieron negar, Alfonso Guerra a la cabeza, Felipe removiendo el caldo del que nos ofrecían siete tazas, el denostado Paco Vázquez, diputado en el Congreso, oliéndose la tostada, desapareció de la Corte madrileña, se vino calladamente a Coruña, escribió un artículo a favor de la reclamación gallega y cuando, de regreso a Madrid, Guerra lo requirió de apoyo sacó el artículo del bolsillo, puso cara de bueno, y afirmó que debieran de habérselo dicho antes pues ahora él no podía ni debía contradecirse con lo que ya había sido publicado. Ceferino Díaz, por su parte, se enfrentó directamente y eso significó que, llegado el día, no fuese el conselleiro que todo el mundo daba por hecho que habría de ser. Más tarde, entre él y Paco, "argallaron" la movida de los galleguistas independientes y mientras el PSOE consiguió dar el camelo de un galleguismo menos cierto que supuesto sus acciones políticas cotizaron al alza para caer en picado cada vez que ese galleguismo no era puesto en evidencia. Yo sí estaba allí -soy el único que queda de los que acompañamos a Piñeiro en la aventura- y sé muy bien de lo que estoy hablando. Incluso, debo reconocerlo ahora, cada vez que yo le comentaba a Piñeiro que Díaz era galleguista, sí, sin duda, pero que no dejaba que ninguno de los que tenía el PSOE se afirmara como tal y levantase la cabeza por encima de la altura que él fijaba, Piñeiro se me enfadaba y, cuando lo sacaba, algo de genio sí tenía. Cousas do PSOE.

La lotería no es la que decanta un secretario general del PSdeG-PSOE. La lotería es la que se juega este país, necesitado como está de un Partido Socialista debidamente instalado en él de una bendita vez. Pero eso dependerá, cómo no, del candidato que salga elegido en su momento. Eso de el sentidiño está muy bien y es muy necesario, pero en ocasiones resulta totalmente inoportuno. 

Después de años escuchando la cantata correspondiente acerca de las diputaciones, llegado el segundo tercer consejo de gobierno en el que participé, tuve la nada gentil ocurrencia de preguntar cuándo y cómo íbamos a comenzar con "lo de las diputaciones". Estoy hablando de algo ocurrido hace ya casi treinta años. Se hizo el silencio. Al salir alguien me dijo: "¡Calla, coño, que ahora tenemos la de La Coruña!

La ley de 1853 que creó la actual división provincial consiguió que esta fuese aplicada en el breve plazo de tres meses. Desde entonces las variaciones habidas fueron las que incorporaron nuevas provincias a las cuarenta y nueve iniciales, el resto sigue igual y ya va allá siglo y medio desde entonces. El presiente del Gobierno que se responsabilizó de aquello desapareció un día. Se subió al tren y no bajó de él hasta que llegó a París. Una vez allí, al ser consultado acerca de tamaña decisión como la que había tomado, respondió literalmente: "Estaba hasta los c... de todos nosotros". Quizá Galicia, parece ser que no tanto los gallegos, pero también bastante, empecemos a estar hasta el mismo sitio de la ausencia de un compromiso con el país como el que este reclama. Veremos que pasa llegados los idus de septiembre. Nombres hay. Compromiso con Galicia más bien poco.

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