Opinión

¡Toma liderazgo!

Se quejó José María Aznar, supongo que muy amargamente, de la falta de liderazgo que ofrecía su partido opinando que sí que, en efecto, el conjunto popular estaba necesitado de un liderazgo fuerte. Contemplado el quite desde detrás de la valla de O.K. Corral a la que se entrelazan las riendas de las caballerías, de las rusticanas y de las otras, es decir, de las de otros nobles brutos, el comentario sonó a reto y desafío; mejor aún, a un aquí estoy yo, puesto que tú o no estás o estás muy poco, con lo que –los que estamos viendo los toros desde la barrera, conscientes de que mejor se está en los tendidos y de que más de un astado saltó en alguna ocasión hasta allí arriba- nos dispusimos a contemplar el duelo. Llegó enseguida.

Mariano debió pensar: ¿Quieres liderazgo? Y se respondió con la velocidad del rayo: “¡Pues toma liderazgo!” de modo que ajustó la canana y desenfundó las cuentas de la Agencia Tributaria –o las disparó alguien desde las alturas del tejado del “Saloon”- apuntando con ellas directamente a los tirantes del retador de forma que el ex presidente sintió como se le caían los pantalones y le quedaban fríos el alma y el trasero de resultas de un solo disparo. Sin embargo, el duelo aún no estaba concluido a pesar de que algunos lo pensásemos.

De forma inesperada del antebrazo del así agraviado surgió, como el rayo que no cesa, un pequeño revolver Smith&Wesson previamente oculto en la bocamanga de la Fundación FAES, debidamente subvencionada con fondos públicos, para que el señor Aznar nos pueda reeducar según su conveniencia y se produjo el disparo que pasó rozándole al señor Rajoy el lóbulo de su oreja derecha. Lo hizo de forma que el estampido, al unirse con el silbido causado por el desplazamiento del pequeño proyectil, lo dejó un poco aturdido. Ahora, el señor Rajoy, dejará de acudir, pues no ha sido convocado, a los cursos de verano, o así; a unos cursos que la fundación FAES convoca con anual periodicidad y a los que, antaño y puntualmente, acudía con presteza. ¿Acabará aquí el duelo o se dará ya por resuelto?

No se sabe. Pero es posible que, a la vuelta de la noche electoral, el pequeño Smith&Wesson siga disparando y que lo haga o bien hasta agotar las balas, o bien disparándolas de una en una, a lo largo del verano, en virtud de cuáles sean los resultados de las elecciones que se ciernen no solo sobre O.K. Corral sino sobre todos nosotros, espectadores pasivos del encuentro.

El enfrentamiento da para pensar en lo poco aficionados que somos en España a series de televisión o a películas de metraje largo en las que, como en los EEUU de Norte América, se relaten las grandes conjuras, las enormes conspiraciones o los fallidos y casi nunca eficaces atentados contra los presidentes del Gran Imperio yanqui al que, de un modo u otro, todos rendimos vasallaje; unos, porque creen que se lo merece, porque no les queda otro remedio, otros; porque si no a ver qué hacen no pocos de los encuestados.

En España, este tipo de películas no se le han ocurrido todavía a nadie. Quizá en los yanquis se de un cierto y freudiano complejo de Edipo que los empuje a asesinar al padre aunque sea de mentirijillas y en nosotros subyazca la tendencia a la ordalía, al juicio de Dios que deja en manos del Supremo quien ha de perecer en un torneo. Así que el asunto, no siendo nuevo, tiene caracteres propios.

El caso es que ahora, en O.K. Corral, todo el mundo está tomando posiciones olvidándose de que don Mariano maneja los tiempos se diría que incluso con mayor dominio del que tenía el Caudillo, maestro en el arte de no meterse en política y amigo de dejar correr los días en espera del oportuno chaparrón que haga que todo el vecindario se refugie de vuelta en sus casas a fin de no mojarse más allá de lo preciso o inevitable.

Cierto que habrá quienes tengan porches abiertos a la calle en la que están instaladas la oficina del sheriff, la sucursal del banco, el saloon e incluso el hotel y la funeraria. Cómodamente sentados asistirán desde ellos al espectáculo final. Lo harán sin mojarse nada o casi nada. El problema somos los demás. Sin duda que saldremos todos empapados.

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