Opinión

Patinadores

Vuelven los patinadores. Vuelven las patinadoras. En solitario. Por parejas. Danzando. El Campeonato de Europa que se celebra en la ciudad de Tallin, con tantas reminiscencias eurovisivas, está a la vuelta de la esquina. A través de Teledeporte podremos asomarnos seis horas diarias, seis, a todo lo que ocurra en ese palacio de hielo. Siempre, y cuando digo siempre digo desde adolescente, tal vez desde niño, me he interrogado por las relaciones entre los patinadores y sus entrenadores. Entre los maestros y sus pupilos. Las maestras y sus pupilas. Tantas horas juntos. Tantos inviernos y tantos veranos. Tanto reto técnico que superar y a la vez, y simultáneamente, tantos aristas de la psicología en jaque.


No me refiero al deseo sexual, que también, al soterrado y al explícito, al confesable y al inconfesable, al explícito y al sublime. Es mucho más. Hablo de quien desea alcanzar la gloria, y quien le ayuda a conseguirla. De quien pelea y quien le admira.


Hasta esta semana han desarrollado toda esa actividad fuera de campo. En laborables y hasta en festivos. En sus pabellones. A puerta cerrada o con los suyos. Pero ahora llega el momento culminante. Ese en el que se juegan las medallas. Con las cámaras por testigo. De manera que nosotros podremos seguirlos cómodamente desde casa. Y los subtextos. Esos maravillosos subtextos que llegan en los instantes que tienen lugar antes y después del ejercicio. Mientras se esperan las calificaciones. La gran mayoría de espectadores no ve la competición. Y de los pocos que la siguen pocos repararán en ello. Sin embargo, ahí estarán, en Tallin. Las miradas. Los sentimientos a flor de piel. Y la televisión, ese medio tan poderoso, los mostrará. En tiempo real.


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