Opinión

Peregrino... (Hawking)

Durante estos días, la visita del gran astrofísico Stephen Hawking cautivó a Galicia: un menú, delicias del mar de Fisterra, la insignia de oro de la Universidad de Santiago, actos abiertos a todo el público, firma de ejemplares de ‘La clave del universo’ y otros conceptos y el gusto por la cosmología.


Una conferencia magistral sobre su especialidad: ‘El agujero negro’, y otras disquisiciones sobre antropología espacial y opiniones discutibles de religión, ocuparon sus días en nuestras tierras que un mandatario gallego tildó de un ‘acontecimiento’ de gran importancia. Aparte de su relevancia científica, se trata de una persona que demuestra un impresionante afán de superación digno de admirar (más de 40 años paralítico casi total y una vida de prolífica actualidad intelectual).


Pero de todas las impresiones en la opinión pública y resonancia en los medios informativos gallegos elegimos una expresión, ‘peregrino’ del Universo y del Camino Jacobeo. Expresión que varios profesores universitarios, Marcelino Agis y otros, destacaron en el ‘IX encuentro y foro de Santiago sobre santuarios de España’ y que el genio inglés definió como ‘un deseo y abrazo con la esperanza, la justicia y el amor’, más allá de sus posiciones estrictamente religiosas, pero en el fondo son postulados humanos y con cierta apertura hacia lo infinito y el misterio que también compartieron sus grandes maestros y predecesores: Newton, Copérnico y Einstein.


El sentido del ‘peregrino’, según las ponencias apuntadas, tiene una fundamental doctrina y filosofía de la vida proveniente del tiempo medieval y que San Agustín definió como un discurrir por el mundo -espacio y tiempo- no como un fin definitivo sino como un camino hasta llegar a nuestro destino último: la ciudad celestial (De civitate Dei).


Una característica del ser humano, de transcendencia, de un movimiento que conduce a la verdad, a la salvación y, en definitiva, a Dios: origen y meta del universo.


Todo esto es lo que aborda el ‘peregrino’, en especial el de Santiago, que vertebró el alma de Europa.



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