Opinión

La agonía del “usted”

Entra una en ese período vital donde cualquier instante, sin previo aviso, puede parecer el infierno sin sombra de un mediodía agosteño en Sevilla o la sartén maya de Chichén Itzá. Hay que evitar poner el sofoco de atención y distraerse con las bondades que trae la edad, como una vista lo suficientemente mermada para no tener flechazos, ni materiales ni amorosos. Otro de los pocos privilegios de hacerse mayor era el “usted”, que se otorgaba a modo de licenciatura en tiempo o de Werther’s Original de cortesía, hoy en peligro de extinción por el tuteo indiscriminado. Menos mal que ser mujer me libra del bro.

El tratamiento de usted es casi tan residual como las subordinadas en las columnas de Rajoy. Agoniza acogotado por el tuteo interesado de empresas, bancos, políticos o medios, que persiguen una intimidad instantánea con fines comerciales o de adhesión. “Tu pedido”, “tu reserva”, “tu paquete”, “tu suscripción”, “tu vuelo”, “tu gestor”, “tu candidato”… Dan ganas de contestar “tus muertos”. Por más que ustedee una, se le responde con un “tú” que suena a tururú. Se ha obedecido con sumisión el distanciamiento físico, pero la distancia de cortesía cuesta cumplirla. Se ha abusado del gel hidroalcohólico a riesgo de necesitar un “hidroalcohólicos anónimos”, pero la higienización del trato escuece. A mi padre, un nonagenario con la planta de Clint Eastwood, hace poco le preguntaron “¿qué te pongo, guapo?”, y en bares y cafeterías se ha generalizado el “chicos”, como si nos hablara el panadero de Barrio Sésamo. También el presidente nos tutea igual que a niños faltos de tutela. Es tal la decadencia del “usted” que desea una que le atienda un operador colombiano.

En 2002, Lázaro Carreter denunciaba el tuteo no selectivo como la manifestación más perceptible del desenfado y de su horror a la sutileza; hoy tal vez habría añadido el villancico de Leticia Sabater. Hay quien ve en el tuteo una suerte de Woodstock comunicativo que nos corona con una floreada diadema de libertad e igualdad, pero Ignacio Ruiz-Quintano, siguiendo el criterio unamuniano, ve concesiones al envidioso, “empeñado en allanarlo todo”. Claro que el ocaso del “usted” es, sobre todo, el estertor de los matices: dirigirse a alguien con el pronombre de segunda persona era prueba de haber conquistado cierta intimidad, que había que continuar ganándose, y bastaba con retirar el tuteo para mostrar desafección. Al abordar con familiaridad a cualquiera, la confianza se desvaloriza -¡la confianza da chasco!-, como pierde valor ese emoticono lanza corazones cuando se envía a todos. Dámaso Alonso hablaba, ya en 1947, de una “profanación del verdadero”, que era “para Dios, para nuestra familia, para la sabrosa y sedimentada intimidad”.

Se cuenta que, estando en el Consejo de Indias, el secretario Antonio de Eraso llamó de vos a Gutierre López de Padilla, y por eso se acuchillaron. Hoy el “usted” va camino de usarse sólo para descalificarse en el Congreso y quizá sea lo que libre de llegar a las manos. Se empieza por no tratar de usted a los profesores y se acaba por tener que proveerlos de cascos de boxeo. Ustedear es un preservativo de la urbanidad que debería ser medida de protección oficial. Llama la atención que, en una época en que tanto hincapié se hace en el consentimiento, se practique sin remordimiento el asalto manoseador del tuteo. Ni sola ni borracha: tratada de usted quiero llegar a casa. Y poder marcar, junto a la casilla de aceptación de términos y condiciones, una casilla de no tutear.

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