Opinión

Cucharilla oficial

Cucharilla.
photo_camera Cucharilla.

Vivir es un acumular imperdonable. Cualquiera de los que nos antecede, cuyas voces aún flotan en el viento, se lamentaría largamente al ver esos restos de naufragios que guardamos en estanterías y cajones. Todo lo que compramos y vendemos, lo que nos regalan o nos desaparecen. La cultura de lo suficiente que está por debajo de esta del derroche pivota precisamente en lo pequeño, que ha pasado a ser peor. Peor y triste. Abundante y peor.

Es fácil comprobarlo usando bien unos pocos favoritos. Yo tengo algunos. Demasiados. Como esta cucharilla. Es la única cucharilla que uso. La cucharilla oficial. Tengo alguna más, por si vienen visitas, pero las visitas apenas toman café solo o té negro con panela y, cuando les sirvo, revuelvo para todos con esta cucharilla. Es la cucharilla con la que aprieto el cristal de los yogures y que la relamo después de una cuajada buena de esas que sólo se pueden comprar en el norte y muy de vez en cuando. La cucharilla debería ser de plata, pero se ve amarillenta, como si tuviese un problema renal. Está desparejada de una de las vajillas de la familia, de cuando la familia tenía dinero, el pazo aún era nuestro y el bisabuelo no había vendido la montaña que todavía lleva su nombre. Esta cucharita es discretamente elegante, nunca repipi. Tiene una decoración de primer barroco, sobria y sincera, como un bajorrelieve compostelano. Me gusta verle las marcas de vaciado en la base de la pala y la geometría columnaria del mango. A diferencia de otros cubiertos de plata, en ella no hay iniciales rimbombantes de dinastía, de las que siempre huyo, aunque me reconforta secretamente cuando tomo sopa de pescado en casa de mamá. 

Cuando uno tiene un cubierto oficial no quiere usar otro y se siente un príncipe cada vez que ataca un postre. No hay tiempo para usar cucharillas indocumentadas. Necesitamos aliados urgentes a quien confiar lo importante. Aliados que vivan con nosotros media vida y, como en aquel verso, “mueran con nosotros media muerte”.

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