Opinión

UNA PREGUNTA

Es normal que la propuesta para modificar la Constitución, introduciendo un límite de déficit público, haya sorprendido a muchos. También es lógico que se pida un referéndum para su aprobación, cuando cunde la sensación de que los ciudadanos cada vez contamos menos en la toma de decisiones políticas. Y la convicción de que nuestros representantes democráticos se han convertido en meros ejecutores de una dinámica económico-financiera que les supera y trasciende. Absolutamente cierto.


Pero ese bosque tenebroso en el que vivimos no nos debe impedir analizar, en su justa medida, el árbol concreto de esta última reforma que, en opinión de muchos expertos, no tiene la dimensión que algunos le están dando. Y que, en todo caso, está enmarcada en la lógica de la política económica adoptada en Europa en los últimos 3 años: la del rigor presupuestario y el recorte rápido de los déficits nacionales como axioma intocable. Frente a otras opciones, al menos tan válidas, que proponen retomar los estímulos públicos para reactivar el crecimiento y la lucha contra el paro, retrasando, hasta que la recuperación se consolide, el esfuerzo de austeridad que ahora se pone en primer y casi único plano. Defendidas además por varios premios Nobel de Economía ?Stiglitz, Krugman, Maskin?-,


Voces bien documentadas como la de Santiago Lago, profesor de Economía en el Campus de Ourense de la Universidad de Vigo, entienden que esta modificación constitucional no supone un gran cambio con respecto a leyes hoy vigentes en los marcos nacional y comunitario: las de Estabilidad Presupuestaria aprobadas en el 2001 y reformadas en 2006. Personalmente entiendo que esta iniciativa del Gobierno de España, destinada sin duda a mejorar su posición negociadora ante el BCE -que en agosto nos salvó de una probable intervención-, no es más que la consecuencia natural de un camino recorrido a empujones. Por eso yo estaría de acuerdo con un referéndum que cuestionara 'la mayor' y no sólo el último y limitado movimiento.


La correlación de fuerzas políticas que hoy impera en Europa no es la misma que la de los años ochenta: ahora las posiciones conservadoras y neoliberales son hegemónicas. No hay líderes con la fuerza y personalidad necesarias para proponer un perfil más socialdemócrata e integrador. Es lo que los ciudadanos europeos han creído conveniente, por muy indignantes que nos resulten las políticas que se desarrollan. Democracia obliga.


Por tanto, la pregunta a realizar, desde mi punto de vista, a los ciudadanos españoles en un hipotético referéndum, debería ser de este tipo: ¿estamos dispuestos como país, a caminar en solitario y a contracorriente, con los sacrificios inmediatos que ello supondría ?suspensión de pagos incluida-, rechazando la austeridad fiscal a la que Europa y la economía financiera global nos empujan y primando los estímulos al crecimiento frente al recorte rápido del déficit?


Si la respuesta a esta pregunta es, como así creo, a priori negativa, la reforma de la constitución o medidas similares están cantadas. Sólo nos cabe minimizar los daños. Como entiendo ha conseguido Rubalcaba, eliminando cifras comprometedoras en el texto inicial y oponiéndose al disparatado déficit cero, con un más razonable 0.4%.


A mucho más no podemos aspirar, a día de hoy. Sólo una Europa realmente unida puede mejorar el panorama. En los próximos años van a cambiar muchos gobiernos en el viejo continente. Puede que también en Francia y Alemania. Quizás eso permita equilibrar las posiciones ideológicas. Permitiendo, con ello, que líderes con recorrido político y capacidad de elaborar un discurso distinto consigan, al menos, matizar a favor de los ciudadanos más desfavorecidos, los paradigmas actuales de la política económica europea. En todo caso, se trata de una reflexión importante para ir decidiendo el voto en las próximas generales.

Te puede interesar