Opinión

Por lo urbano y lo rural, a pie o a pedaladas

De tránsito por estas calles ciudadanas me doy como de bruces con Luis recordando cuando ambos, él desde  administración de Manzaneda Estación Invernal y yo en cosas de prensa y propaganda. Me invita a un café en el que seguro recordaríamos nuestro tránsito por la nieve; el mío, seguro, el de él, improbable por ser hombre más de oficina.

Cuando metros arriba entro en la expendeduría panadera Punto Negro, Sita, la permanentemente solícita con todos, recibe la visita de un vecino que más que a comprarle unas barras viene a chincharla, porque él madridista y ella barcelonista, pero que el tal solo aparece cuando gana el Madrid. Juega con ventaja porque él puede visitarla cuando le plazca y ella desde el mostrador poca defensa tiene. Incrementada por una mala racha barcelonista en contraste con la madridista. A Sita también le llegará su hora de amolar.

De saludos con Juan Madrazo y de obligada pregunta de ¿cómo estás?, que obvia cuando mutuamente nos vemos, me dice que tiene un colega de golf que a sus 91 recorre los 18 hoyos mejor que septuagenario al uso. Mientras, acurrucado, un necesitado de salir de la rutina en la que la pobreza le retiene cual rehén, sueña con un trabajo en Silleda. ¿Cómo va a viajar sin un duro? Como rueda de interminable giro, la rutina y la indiferencia le seguirán oprimiendo.

Me voy al rural medio donde de frecuente caminata o pedaleo, que en este caso lo segundo, cuando como de reposo y bocata nos hallamos en a Armada, esa romería celebrada en septiembre que a tantas gentes concita por aquellas tierras de Celanova a Merca, complejo religioso en, ahora frondoso campo, donde una iglesia capilla, dos altares al aire libre con cubierta, y una desmesurada casa, como si de espirituales ejercicios fuese, sin otra funcionalidad que sacro evento puntual, que se mantiene por lo cuidados de una mujer aun en edad y entusiasmo, y de otra que nacida allí, casi toda su vida transcurrida en Venezuela donde la bautizaron como Quintina, que pareciese romano nombre, para llamarla Tina aquí y en el país caribeño, la cual labora adecentando el lugar con su incesante escoba. Estas mujeres pías se entregan a esa labor por el amor de sus raices y creencias. Y a ellas se debe en gran parte la conservación de todo este religioso entramado .

Por las cercanías, hacía tiempo que no hollaba las tierras de Olás, Vilariño o Entrambosrios, con Zarracós allí cerca. De Olás o Pazos, que no recuerdo, me viene a la memoria la familia Cuevillas-Rodríguez cuando pasaba más que veraneos en aquellas tierras paciegas heredadas, como en su día me contó esa fémina inquieta y andariega que era Elvira, la hija mediana del prócer arqueólogo y escritor que fue Florentino L. Cuevillas, la cual lembraba sus estadías como si en el edén sumergida. Evoco, al paso por las recias casas restauradas de Vilariño, ese pasado de unos muros paciegos plasmados en esas balconadas de recias ménsulas. 

Por Entrambosríos (nombre de la parroquia dedicada a Sta. Mariña, con tres aldeas: Covelo, Gouzada, Regueiro a la que no podía faltar una capilla, la del Carmen) me sumerjo en la hondonada de Rubillós donde una moderna hidroeléctrica, que turbina en grande edificio de cuatro paredes rectangulares, se nutre de la potencia de las aguas arriba embalsadas, cuando uno que me acompaña me dice que el rendimiento de esta minicentral del rio Arnoia alimentaría a varias familias; no serán las escasas allí residentes, en este Rubillós donde se muere el canal del Ruca que para transportar las aguas del Arnoia por la diestra margen, pero que no llegaría a entrar en funcionamiento. Ogaño permanece como muestra del emprendimiento de la industria rural de principios del XX.

Más arriba, por Cabanas de Ferro, una antigua explotación de hierro y wolframio nos coloca en el casi desolado altiplano donde han levantado una colosal figura abstracta, de Xosé Cid, en recuerdo de ese protomartir de Eta, Miguel Angel Blanco; yo pensé que dedicada a la memoria de tantos asesinados vilmente por la banda terrorista, pero no; así que muchos eminentes, entre todos los asesinados, como el exministro Ernest Llunch, o el presidente del Tribunal Constitucional, Tomás y Valiente, .dan para ser recordados, creo yo, por su personal proyección. Me dicen, en una parada anterior que no le han pagado ni el proyecto ni la construcción del peculiar monumento, al diseñador y al constructor.

Por un lugar donde o mundo se chama A Merca, al menos para Ramón, sacamos al personaje de su retiro donde escritor de relatos breves muchos llenos de ingenio, cuando bajaba de un primer piso cual sonámbulo imbuido en sus historias. Nos dice que él todavía escribiente a mano, pero que está empezando a hacerlo en teclado de ordenador, donde aprendiz. Nunca deja de sorprendernos este enamorado del rural, que nunca viviría en la ciudad, ahora de lleno metido en la ruta rosendiana desde el tramo de Portela do Homem a la ciudad que pasa por su aldea, de la que esboza, a modo de anticipo, algunos datos. Lleva editados varios librillos, de entre ellos Parolas de Fiadeiro, que de tan humilde formato no dan para ser vendidos y si regalados a amigos, parroquias o a cualquier demandante interesado. Este Ramón, de frágil salud de hierro, se ha reintroducido  en sus cosas de la etnografía de tantas aldeas...y ahora, jubilado (reformado como los portugueses les llaman, apelativo que le cuadraría fácilmente). Un Ramón  que desde la  hostelería,  donde más de introductor de mesa que de orfebre de cocina ejerció, al cual vemos metido de lleno en las cosas que más cuadran a tan peculiar personalidad.

Llegamos, para la última parada a cafés o agua, al bar O Carallo, de A Manchica, que tanto fluctúa entre aperturas y cierres, y cuando éstos, nos vamos al inmediato café-bar  de tantas partidas de cartas en las que mucho se vocea y farolea, mientras una pareja de jóvenes propietarios, más un femenino refuerzo de igual edad, atienden con prontitud y amabilidad a una variopinta clientela, entre la que nos contamos.

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