Opinión

ENRIQUE LLOVET, MI AMIGO

Nació en Málaga el 15 de agosto de 1917 murió en Madrid el cinco de agosto de 2010. Le faltaron diez días para cumplir noventa y tres años. Los aficionados al teatro sabrán de la importancia profesional de Enrique Llovet Sánchez y los menos jóvenes recordarán sus disputas dialécticas con Emilio Romero desde las páginas de ABC y Pueblo respectivamente; sus espléndidas y cultas críticas de teatro publicadas en el Diario fundado por Torcuato Luca de Tena y Álvarez-Ossorio. Llovet, diplomático de carrera, era un poeta. Escribió letras de canciones que todavía siguen rindiendo anualmente pingues beneficios. Muchos recordamos de memoria algunas de ellas. Dos fueron las que más recaudación obtuvieron en la Sociedad de Autores, en 1945 «Yo te diré», en 1947 «Luna de España». La primera es la habanera de la famosísima película «Los últimos de Filipinas» cantada por Nani Fernández, con música de Jorge Halpern. Es aquella que dice: «Yo te diré por qué mi canción/ te llama sin cesar,/ me falta tu risa, me faltan tus besos,/ me falta tu despertar,/ mi sangre latiendo, mi vida pidiendo/ que tú no te alejes más». En la segunda compuesta para la revista «Hoy como ayer» de Celia Gámez, con música de Fernando Moraleda decía Llovet: «La luna es una mujer/ y por eso el sol de España/ anda que bebe los vientos/ por si la luna lo engaña». Pero fueron muchas más. Enrique, mí muy querido amigo Enrique, era un hombre de gran talento, prodigioso ingenio, y como buen malagueño tenía, cuando era necesario su 'pizquita' de ingenua y precisa 'mala baba'. En una ocasión en que como despedida de su estancia en nuestra embajada en Irán le ofrecieron una cena de homenaje sus compañeros de otros países allí acreditados, al llegar la hora del brindis final, Enrique levantó su copa y con su medio acento andaluz que exageraba en ocasiones dijo: 'Medio Oriente, Medio Oriente, démosle gracias a Ala, de qué afortunadamente eres sólo la mitad'. En otra ocasión en Méjico tuvo su pequeño altercado con el Secretario de Cultura el equivalente al ministro en España. Por aquellas fechas había hecho una adaptación originalísima del célebre Tartufo de Moliere que fue estrenada por Adolfo Marsillach el 3 de octubre de 1969, en el teatro de la Comedia, de Madrid. Muchos vieron en la adaptación una crítica al Opus Dei. Un estribillo que cantaba Marsillach con miembros de su compañía se hizo popular, decía: «Ay, qué vivos son los ejecutivos, qué vivos son». Coincidió con la salida de Fraga del Ministerio y la llegada de Sánchez Bella que presionó para retirar la obra, no la podía suspender pues había pasado la censura sin problema alguno. Terminan las funciones en marzo de 1970 y la compañía realiza una gira por Latinoamérica y es en Méjico en donde tropieza Llovet con el Ministro citado. Enrique hace referencia a la ciudad de Oaxaca pronunciando la 'x y no la j', el ministro se enoja y recrimina a Llovet: «Son Vds. inteligentes y tercos ¿no sabe que los mejicanos pronunciamos 'siempre' la x como j» Llovet sin pestañear respondió: «Disculpe, Excelencia, si se me enfada pediré 'un taji' y me iré a ver al Presidente 'Nijon'». ¡Descansa en paz, amigo Llovet!

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