Opinión

Absorto en su oficio

En 1929, Stefan Zweig escribe ‘Mendel el de los libros’: un breve relato que conmueve.


El protagonista -Jakob Mendel- es un librero judío de Viena. Gracias a su memoria prodigiosa era solicitado por intelectuales y estudiantes que buscaban información bibliográfica. Los datos que aportaba al respecto siempre eran exactos y rápidos.


Mendel disponía de una mesa reservada en el café Gluck. ‘Con su memoria enciclopedica no sólo era tolerado, sino querido y admirado por el dueño del café y por la culta clientela que requería sus servicios’. Mendel -absorto en su oficio- vivía ajeno a la realidad terrible de la guerra. En 1915 seguía enviando cartas a clientes franceses, ingleses y rusos, unas veces haciendo pedidos, otras reclamando el envío de revistas que no llegaban y que él había pagado con anterioridad al conflicto.


Jakob Mendel -con una ingenuidad conmovedora- en sus cartas había indicado en el remite sus señas completas. ‘Dios mío, pobre hombre, fuera de sus libros nada le alegraba ni le preocupaba’. Ocurrió que un dia la censura postal, en manos militares, en un acto rutinario, fijó su atención en alguien que mantenía correspondencia con gente de países enemigos.


A los pocos días se presentaron dos policías y se lo llevaron.


La buena persona que era Mendel nunca pudo entender lo que le estaba pasando. El librero vienés fue internado en un campo de concentración de prisioneros rusos.


‘Los sufrimientos espirituales que tuvo que padecer Mendel durante esos dos años en el campo de concentración, sin libros, sin sus amados libros, sin dinero, en aquella inmensa jaula humana en medio de sus compañeros, indiferentes, ordinarios, la mayoría analfabetos; lo que hubo de sufrir allí, separado de su mundo, el mundo superior y único de los libros, como un águila con las alas cortadas respecto de sus elementos, el éter, sobre esto no hay testimonios’.


Finalizado su cautiverio, Mendel regresó a Viena hecho una piltrafa humana. Pretendió seguir ocupando la antigua mesa en el café Gluck, pero el establecimiento había cambiado de dueño. Este -hombre grosero e inculto- lo expulsó a gritos, humillándole e hiriéndole en la parte más noble de su ser. ‘Fue un crimen contra el pobre inocente’. ‘¡Un crimen!’ -exclamó la señora de la limpieza-.



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