Opinión

A favor del silencio

Los países del sur son los más ruidosos de Europa. Galicia, país atlántico, no constituye una excepción, como sería de esperar, al respecto.


Los que vivimos en la ciudad, dentro de comunidades de vecinos, muchas veces hemos de soportar incordios que, con buenos hábitos educativos, podrían evitarse. El hablar en tono alto, cuando no a gritos, el cerrar las puertas con violencia innecesaria, el soportar tertulias matinales y vespertinas en el rellano de la escalera, son cosas frecuentes. Está claro que no hemos sido educados para disfrutar del silencio.


Acerca del valor del silencio se han dicho cosas interesantes. Teresa de Ávila habla de aquella ‘soledad sonora’ que tan feliz la hacía; Schopenhauer dice: ‘Creo con firmeza desde hace mucho tiempo que la cantidad de ruido que cada uno de nosotros puede soportar sin molestia está en razón inversa de su finura intelectual’.


En ‘El espectador’, de Ortega, encuentro esta parábola: ‘Los discípulos preguntaron una vez al sabio maestro de la India cuál era el gran brahmán; es decir, la mayor sabiduría. El maestro no respondió. Creyendo los discípulos que estaba distraído, reiteraron la pregunta. Pero el maestro calló también. Otra vez y otra insistieron los discípulos, sin obtener mejor respuesta. Cuando se hubieron cansado de preguntar, el maestro abrió la boca y dijo: ‘¿Por qué habéis repetido tantas veces vuestra pregunta, si a la primera os respondí? Sabed que la mayor sabiduría es el silencio’.



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