Opinión

El mayor error

Ya te conté, estuvo en la ciudad Arturo, ese librero de cerca de A Rúa y que ha estado al frente de “Cinc d'oros”, la mejor librería de Barcelona. Lugar de culto. Arturo ha pasado unos días en su aldea.

Caminamos Paseo adelante; le pregunto: “¿Que tal en tu Macondo?”. Me mira melancólico: “Ay, amigo, más que en la tierra de los Buendia me he encontrado con Comada, aquel pueblo donde regresó Pedro Páramo a la búsqueda de su padre . Al llegar al lugar en apariencia abandonado, estaba habitado solo por almas en pena. ¿Recuerdas 'Pedro Páramo', el libro del Rulfo?, solo escribió esto y fue suficiente. Venga, recomiéndalo a tus lectores, estamos en noviembre y las almas perdidas vagan por las calles mojadas de Auria”.

Es domingo, llovizna y parte de viaje. Alguno de los dos recuerda a Borges: “No hay nada más triste que una tarde de domingo en una ciudad de provincias”.

Nos detenemos en la Praza do Ferro. “Es mi lugar favorito de la ciudad, el más telúrico y donde habitan los seres del 'otro lado'. Fíjate, en pocos metros a la redonda nacieron las mejores mentes de los últimos siglos de este trozo de mundo. Recuerdo algo así como una visión: era un niño y vi pasar muy pegado a la pared, enjuto, paso rápido, una sombra, Vicente Risco. Lo seguí, musitaba algo, quizás una oración. Entró en la Catedral, se acercó al Santo Cristo, con su rosario de cuentas oscuras en las manos”.

Estamos sentados en una terraza frente a la plaza. Arturo me cuenta cosas de sus largos años en la librería “Cinc d'oros”. “Eran los sesenta; entró muy agitado un cliente, asiduo, tertuliano y editor. Traía los ojos vidriosos. ¿Qué te sucede, Carlos? Escucho ahora su voz dolorida: 'He cometido el mayor error de mi vida, jamas me lo perdonaré . Tuve en mi mesa los cuatrocientos noventa y cinco folios redactados a doble espacio por el autor en una sencilla Olivetti. Leí algunas paginas y las alejé casi despectivo'. El libro era 'Cien años de soledad' y aquel hombre, el editor Carlos Barral”.

(Arturo es de los que piensan como el clásico: “Cantad hombres vuestra historia”.

Me confiesa: “Estos días recordé el sabor de las liebres que cazaba mi padre. Ese jodido verso tan ajado, 'tu patria es tu infancia', es cierto. Quizás regrese con 'pocos libros y doctos' y mi perra ya anciana y casi ciega. No olvidaré mi sombrero favorito, ya raído. Quiero una casa cercana a la estación, mi pasión secreta es ver pasar los trenes.

Me traeré aquel disco a 33 rpm que me regaló alguien que pasó muchas horas conmigo en la trastienda: Vázquez Montalban. Ah, esa canción de Machin: “Hay que aprender a querer y a vivir”.

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